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Tribuna
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El motor para impulsar la movilidad eléctrica

La hora punta en muchas ciudades españolas ha convertido nuestro entorno en una auténtica jungla urbana. El tráfico es, posiblemente, una de las mayores pesadillas a las que nos enfrentamos a diario, y no solo por el tiempo que nos roba, sino también por la energía que desperdiciamos y la traslación directa de ese derroche en el plano económico.

Los españoles pasamos una media de 30 minutos en los atascos provocados por los desplazamientos interurbanos, y tardamos alrededor de 10 minutos en encontrar aparcamiento para nuestro vehículo. Además, el sector del transporte representa casi el 40% del consumo final de energía en España, lo que supone más de un cuarto de las emisiones totales de CO2 a la atmósfera.

Por eso, las Administraciones, en coordinación con iniciativas privadas, están potenciando una verdadera revolución en el sistema de transporte sostenible, apoyando la movilidad eléctrica y la disminución del volumen del tráfico urbano con servicios para compartir motos y coches. De esta forma, a partir de dos conceptos fundamentales como son la innovación y la sostenibilidad, las instituciones han dado una vuelta de tuerca al sistema de alquiler de bicicletas públicas y han instaurado este nuevo concepto de movilidad eléctrica compartida para recorrer la ciudad de una forma más rápida, más barata y más limpia.

La implantación de este tipo de vehículos reduciría en más de un 6% el volumen total de tráfico en la ciudad y liberaría un mayor número de plazas de aparcamiento. Pero, además, el hecho de que un mismo automóvil pueda ser usado por muchas personas rentabiliza al máximo su uso, y teniendo en cuenta que los conductores convencionales tenemos el coche aparcado el 95% del tiempo, redundaría considerablemente en la disminución de los costes fijos unitarios.

Se estima que el servicio de compartir motos y coches es un 40% más económico que otros sistemas de transporte urbano, ya que los vehículos se alquilan por tiempo y por distancia recorrida, y permite flexibilizar la movilidad al máximo al permitir la selección de los lugares de recogida y de devolución. Se postula, por tanto, como una alternativa real en los desplazamientos cortos, tanto para particulares como para empresas, que pueden disponer del vehículo como si fuera suyo cada vez que lo necesiten y que perciben el considerable ahorro económico de este servicio, ya que en su precio están incluidos los gastos de seguro, mantenimiento y garaje.

A esta reducción de costes se suma la oferta de una flota cuyo funcionamiento se realiza a partir de energía eléctrica, lo que contribuye a un ahorro de combustible de casi 5.000 euros por cada 50.000 kilómetros recorridos. Es evidente, entonces, que la eficiencia energética del vehículo eléctrico es casi el doble que el de combustión interna, concretamente los motores eléctricos tienen una eficiencia del 60% frente al 20% de los de gasolina.

Por ello, las consecuencias no son solo económicas ni exclusivamente para los usuarios de este servicio en particular: la compartición de vehículos eléctricos es fuente de beneficios en toda la ciudad. Los motores eléctricos no lanzan emisiones de CO2 y son completamente silenciosos porque no emiten vibraciones. Dos características que en nuestro país son especialmente necesarias, tanto a corto como a largo plazo: España es el segundo país del mundo, solo por detrás de Japón, en contaminación acústica, y el cielo de nuestros núcleos urbanos supera en ocasiones el límite legal de polución, con las consecuencias para la salud que ello conlleva.

En definitiva, las ventajas económicas y ecológicas que comporta la adopción de estas iniciativas han multiplicado la apuesta de las grandes ciudades por las empresas que permiten el compartir motos y coches, pero para que verdaderamente los ciudadanos adquieran conciencia de la necesidad de implantar servicios de movilidad eléctrica compartida es necesario un cambio en la mentalidad. Y curiosamente, la crisis nos ha dejado algo positivo en ese aspecto.

El sentido de la propiedad se ha ido diluyendo para, como en Europa, fomentar la movilidad. Debemos hacer nuestro el pragmatismo y el vanguardismo de las ciudades europeas en lo que a servicios de alquiler de vehículos se refiere, porque, solo así, compartir motos y coches puede llegar a convertirse en el motor que impulse la movilidad eléctrica en nuestro país. Permitir al ciudadano recorrer la ciudad con estos vehículos acercará la sostenibilidad a la población, que aprenderá a moverse por un aire más limpio.

Luis Rivera es director de la Fundación José Manuel Entrecanales

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