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Columna
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El precio de la certeza

David Cameron está desplegando la alfombra roja para los inversores franceses –sin importar que estén respaldados por el Estado–. La primera planta de la restauración de la energía nuclear en el Reino Unido la construirá un consorcio liderado por Electricité de France (EdF), controlada por el gobierno galo.

Reino Unido pagará 92,5 libras (unos 109,26 euros) por megavatio hora de la electricidad producida por la planta de Hinkley Point C. Eso es el doble del precio al por mayor y puede parecer un poco caro desde la perspectiva del cliente británico. Sin embargo, las partes llegaron a un acuerdo intermedio –y el precio podría ser más bajo si EdF sigue adelante con la construcción de una segunda planta–.

Cameron ha conseguido reiniciar el programa nuclear que le ayudará a cumplir sus objetivos de reducción de emisiones. El dinero de los contribuyentes no se utilizará para construir la planta, aunque la inversión se beneficiará de las garantías del gobierno. La pregunta más allá de eso es si el acuerdo para fijar los precios de la energía es justo con Reino Unido. La respuesta es que depende de los caprichos de los mercados energéticos, en los que la voluntad del gobierno para garantizar el suministro a largo plazo está a veces reñida con los repentinos cambios tecnológicos. Las inversiones en energía nuclear, por el contrario, se basan en la previsibilidad de los precios y de los mercados.

Así que puede que dentro de diez o veinte años, el gobierno británico parezca insensato, o por el contrario muy sabio, por el acuerdo alcanzado. Pero no se puede convertir en una tarea el introducir cierta estabilidad a largo plazo en la combinación energética del país.

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