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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sin crédito no puede haber crecimiento

Una economía moderna solo puede crecer activada por el crédito bancario, puesto que sus volúmenes de ahorro son limitados, además de componer una relación generacionalmente asimétrica entre quienes los tienen y los que necesitan invertir y consumir. La economía española es fiel reflejo de ello: tiene poco ahorro, puesto que cuenta con elevada deuda; pero el que tiene, está alojado en los agentes que tienen sus necesidades de gasto bastante satisfechas, mientras que las generaciones con ambiciones de inversión y necesidad de gran consumo, carecen de él. Dependen exclusivamente de unos flujos de crédito que ahora, simplemente, no existen.

Aunque la economía española ha alcanzado la estabilización por la buena aportación de la demanda externa, los datos de actividad imputables a la interna no son precisamente consistentes. Y solo pueden serlo cuando se restablezca la concesión de crédito bancario, que en el último año ha descendido notablemente (8,6%), a juzgar por los resultados del sector financiero cuyas presentaciones públicas culminaron ayer con la del BBVA. La limitación de los flujos de crédito no es solo una decisión voluntaria de la banca, puesto que mucho que ver en ello tienen también las crecientes exigencias de capital y las sobreprovisiones exigidas en las últimas reformas. Es cierto que los gestores han endurecido las condiones de concesión por el temor al impago (la mora está en máximos históricos por el efecto corrosivo de la prolongadísima recesión), pero una buena parte de esta política crediticia cerrada se debe a la sobrevigilancia y sobredesconfianza existente sobre la banca española en los mercados europeos, que les fuerza a acceder con mucha cautela a las refincnciacoiones de sus líneas de crédito, y con precios primados. Ante tal cúmulo de circunstancias, la banca española ha optado por una actitud de pasividad que tiene el doble efecto perverso de reducir los balances bancarios con riesgos reales de jibarización del negocio, y de anestesiar la actividad económica.

Durante el primer semestre el desempeño reflejado en las cuentas es aparentemente mejor sólo por el fin de la sobreprovisión exigida por las reformas financieras y por la venta de activos con plusvalías. Pero el resultado recurrente es muy pobre, con números al borde de las pérdidas en España en los dos grandes bancos comerciales, y todo ello pese a haber esquivado por prescripción supervisora la guerra en la captación de pasivo, y a disponer del desván de activos inmobiliarios irrecuperables que es el banco malo. Todos dicen que en 2014 crecerá el crédito, pero nadie oculta que el desapalancamiento privado no ha concluido, ni mucho menos. Dando por bueno que está bien capitalizada, como seguramente demostrarán los test de estrés de la primavera, la banca necesita ya el abrigo de la unión bancaria para despejar todos las dudas sobre su viabilidad.

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