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Tribuna
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‘Soft power’ y mundialización

Vivimos en un planeta cada vez más multipolarizado desde un punto de vista geopolítico y económico, donde el antiguo modelo de guerra fría con dos grandes superpotencias ha dado paso a un tablero con nuevos y cada vez más dimensionados jugadores. Nadie pone en duda ya el poder creciente de países como India, México, Brasil o China. Nuevos actores, no tan emergentes ya, que irán expansionando sus espacios de influencia y poder.

Y es aquí donde el denominado soft power empieza a jugar un papel cada vez más importante. Es el poder y la capacidad de influir en la generación de opinión, actitudes y percepciones a través de las imágenes y el multimedia, del texto informativo, también la música o el cine, la exportación de símbolos y modelos culturales. Si bien, hoy todavía es indudable la hegemonía mundial de las grandes majors cinematográficos y grupos multimedia estadounidenses –colosos como Disney, Viacom, News Corporation, Time Warner, Comcast, Fox… También de históricas corporaciones europeas, como Bertelsmann o Vivendi, por ejemplo–, lo cierto es que asistimos a la irrupción de nuevos y relevantes actores generadores de contenido y mainstream en diferentes regiones del planeta, beneficiarios de colosales inversiones de capital, y muchos de ellos auspiciados por las propias esferas gubernamentales dispuestos a invertir enormes cantidades de dinero en un instrumento que, a largo plazo, puede asegurar mayores garantías de influencia política, cultural y comercial.

Grandes players del negocio de la comunicación y el entretenimiento que tratan de abarcar regiones y mercados más allá de sus naciones de origen. La mexicana Televisa, la brasileña Globo TV, Telesur desde Venezuela, la catarí Al Yazira , el príncipe saudí Al Waleed y su poderoso grupo multimedia Rotana, el magnate Peter Lam al frente de Media Asia en Hon Kong y su firme objetivo de convertirse en el nuevo Disney de China, etc.

No faltan tampoco los ejemplos de vocación internacional desde la vieja Europa, como el canal televisivo Russia Today (RT) con emisión en inglés, o por ejemplo France 24, de titularidad semipública y que no duda en declarar explícitamente en su web cuál es su misión: cubrir los acontecimientos internacionales desde una perspectiva francesa y proyectar los valores franceses por todo el mundo. No se puede decir que calientan motores, porque la carrera ya ha empezado. Es la batalla mundial de los contenidos.

Asistimos ya a un proceso imparable de mundialización de contenidos. Fábricas de mainstream e infoentretenimiento de consumo global para la generación de negocio a través de la exportación de productos culturales de masas. Y junto a esto, la generación estratégica y orientada de contenidos políticos, sociales y culturales para la reafirmación identitaria e influencia geopolítica de Estados que traspasa fronteras en un planeta cada vez más multiconectado. Por supuesto que a ello están contribuyendo de forma determinante las enormes posibilidades que ofrece hoy internet y la señal digital en cuanto a accesibilidad en el consumo y generación continua de flujo distribuido de contenidos, sin depender de fronteras territoriales y obstáculos físicos.

Y si hasta aquí hablábamos de un sistema ordenado de fabricación y difusión de la información, soportado en grandes conglomerados multimedia o medios audiovisuales al servicio de Gobiernos, es gracias a internet y las nuevas tecnologías de comunicación móvil donde irrumpe el extraordinario fenómeno del 2.0, el de la generación no ordenada de contenidos. Millones y millones de ciudadanos, plataformas, movimientos civiles y asociativos, figuras anónimas o amateur que de manera fulgurante devienen en grandes iconos de masas; o también los cientos de miles de nuevos influencers, nuevos líderes en la red que gracias a la blogosfera se convierten en auténticos referentes de opinión, o simplemente de estilo de vida, sin que jamás hayan publicado previamente una sola palabra en ningún medio o soporte periodístico tradicional, antes casi los únicos espacios reservados para la generación de opinión pública.

Es, en definitiva, la magia de generar contenido, independientemente de su relevancia o valor, y ponerlo a disposición de todos casi desde cualquier punto del planeta, ya sea haciendo clic o con un simple movimiento de nuestro dedo. El reto estará en saber si esta mundialización y accesibilidad global a los contenidos nos aportará un mejor conocimiento del presente y su realidad compleja, favoreciendo el entendimiento y la solidaridad entre los pueblos. O si, por el contrario, la masiva generación de impactos estaría llevándonos hacia una visión mosaico e inconexa, quizás banal y peligrosamente maniquea del mundo.

Juan Gabriel Corral es director de división en Evercom

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