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Diez ideas sobre Bangladesh y la industria textil

1.- Nunca me ha gustado aplicar al tercer mundo los criterios de dignidad o bienestar que tenemos aquí, pues vivimos dos vidas totalmente opuestas. No me gusta pontificar sobre lo que es digno o deja de serlo para gente cuyas prioridades nunca voy a entender del todo. ni los turistas que tiran el dinero cuando viajan a África o el sudeste asiático porque lo que para ellos es una minucia, para los locales es un dinero.

2.- Relativizar las condiciones de vida no es un "todo vale". Si en un país del tercer mundo hay niños que trabajan o jóvenes prostituidas, nadie en su sano juicio puede argumentar que son opciones vitales válidas y quién somos nosotros para meternos en esos fregados.

3.- Dicho esto, ¿qué es la explotación? ¿Qué es abusivo? ¿Es abusivo que los trabajadores que tejen para Inditex o El Corte Inglés en Bangladesh cobren sueldos de miseria (30 euros al mes es el salario mínimo) o lo es que las condiciones en las que trabajan sean penosas? Es más, ¿son más miserables estas condiciones porque están relacionadas con una decisión de compra que tomamos todos los días los afortunados habitantes del primer mundo, porque es una miseria que nos toca de lejos?

4.- No me siento capacitado para defender mis argumentos con la vehemencia habitual en la blogosfera (de Twitter ni hablamos), pero sí creo que un salario que a nosotros nos parece miserable no es necesariamente explotación. Y creo, por otro lado, que las condiciones de seguridad, el empleo infantil, la jornada laboral abusiva o la represión de los movimientos sindicales sí es aprovechar la miseria de otros de forma ilegítima.

5.- Tengo mis dudas sobre hasta qué punto la industria textil en Bangladesh tiene, por decirlo en términos económicos, “externalidades positivas”. Es decir, si más allá del salario superior que cobran los empleados se generan habilidades que les hacen más productivos, si sus hijos tienen mejor acceso a la escuela o sobre si en estas industrias hay empleados locales de rango medio que pueden ayudar a crear tejido económico.

Por ejemplo, y hablando un poco a bulto, no creo que las grandes explotaciones de monocultivo en el Tercer Mundo, pese a que los trabajadores puedan estar dispuestos a cobrar algo más de salario, tengan grandes beneficios en el largo plazo debido a la ausencia de valor añadido y a la excesiva dependencia de un negocio de fuertes fluctuaciones en el precio (y por tanto en las decisiones empresariales).

6.- Como explica este artículo de El País, las condiciones laborales en la zona de talleres en la que se derrumbó el edificio son envidiadas por los trabajadores de otros talleres aún más miserables. No es que ello justifique que se siga trabajando en edificios ruinosos, pero sí que ayuda a poner las cosas en perspectiva.

7.- No comparto el planteamiento de Roger Senserrich de que hay un camino natural que llevará a Bangladesh a la prosperidad por la vía de los talleres textiles, por más que los indicadores de desarrollo del país mejoren paulatinamente. No entiendo que desligue la responsabilidad del Gobierno de la actuación de las empresas que allí operan. Pero a veces no hace falta compartir la opinión de un artículo para que merezca la pena leerlo. Ahora bien, si realmente compramos el argumento de Senserrich y lo llevamos al extremo, cuando más miserable sea el sueldo que se paga a un trabajador, más favor estamos haciendo a la lucha contra la pobreza, pues más miserables deberían ser las condiciones de vida de éste para aceptar un trabajo tan penoso…. No me convence mucho.

8.- La resignación me convence menos. En esta entrada, Íñigo explica las iniciativas de una ONG para mejorar las condiciones de seguridad de los trabajadores del sector en Bangladesh. Medidas que no supondrían mucho coste (25 centavos por prenda, según la ONG), dado el gran volumen de producción del sector.

9.- En este sentido, es aún más importante la transparencia y trazabilidad. No solo para que el consumidor tenga la capacidad de saber qué está comprando, sino para evitar silencios ominosos, como el de las españolas tras la tragedia de Dacca. Angela Merkel ha dicho hoy que debería exigirse certificados sobre el origen de los productos en este sector (como sucede con las maderas tropicales). Pueden decir las compañías que no pueden controlar a las subcontratas de sus subcontratas pero, en fin, hoy por hoy el incentivo a que no se vulneren derechos básicos a lo largo de la cadena de producción en el Tercer Mundo es cercano a cero. Ni siquiera se juegan un poco de su cuidada imagen.

10.- ¿Suficiente? El caso de los talleres textiles es, quizá, el que toca la fibra más sensible. Porque han muerto varios centenares de personas confeccionando un un artículo de semi-lujo que está en nuestros armarios. Podemos dejar de comprar en Inditex, sí. Ahora bien, por poner el primer ejemplo que se me ocurre, hace dos años la policía de Kazajstán mató al menos 10 trabajadores en huelga del sector petrolero. En Bangladesh se desguazan petroleros a martillazos y en la playa. Eso, por no mencionar el turismo sexual, la explotación de menores o las sangrientas guerras africanas donde el botín se llama coltán, material usado para la fabricación de los elegantes teléfonos móviles que gastamos. A veces las fuerzas del mercado llevan a abusos, que no siempre pueden ser corregidos por las mismas fuerzas del mercado por muy perfecto que éste sea. Y aquí no hay mano invisible que valga; si se incumplen los derechos humanos, y no hablo de cobrar poco, la obligación moral del primer mundo es velar por ello. O disimular un poco, y tener en cuenta estos aspectos en los tratados de libre comercio. Y de verdad, no solo al día siguiente de la tragedia.

Música contra la crisis. Obligado estoy a enlazar el Gangman Style feat. Pocoyo. Descomunal. Sí, lo he visto hoy.

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