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Tribuna
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¿De qué reformas hablamos?

El Gobierno había levantado expectativas. Tensión ante la incertidumbre. Ya no actúa con la práctica y pauta algo arrogante de aquel “el próximo viernes más”. Se da por vencido en la lucha contra el paro. Fracaso. Una cifra lo dice todo, seis millones doscientos mil, y creciendo. Una imagen lo rompe todo, resignación de una sociedad. ¿A qué esperan?, ¿qué hacer?, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? son interrogantes que todos nos hacemos, como no queriendo aceptar y ver una realidad que nos sobrepasa.

Seguimos empeñados en no emprender reformas de verdad, estructurales e integrales

Admite el gobierno, por vez primera, que el desempleo no bajará en esta legislatura. Mazazo, jarro de agua fría, o en boca de alguno de sus portavoces, un simple “mal dato”. Mejor no opinar. No vale la pena. Seis millones, se dice pronto. Gran éxito de la reforma laboral, o mejor dicho, de la reforma del despido. Fracaso total en políticas activas de empleo, fracaso. Silencio ministerial. Ya no vale el arquetipo repicado a machamartillo de herencias recibidas. Ya no vale. No cala, no empapa ni para los propios.

La mirada está puesta en Bruselas. Desde el primer minuto. Se legisla y se gobierna bajo esa partitura. De momento no suben los impuestos que están dinamitando a la clase media de este país. Lo conseguirán, sólo es cuestión de tiempo, dinamitarla y subirlos. Olvídense del argumento y promesa de que la subida extraordinaria del IRPF sólo sería para 2013. Dejemos que siga la improvisación y las previsiones “conservadoras” sobre crecimiento, PIB y deuda. La realidad se encarga luego de despejar el optimismo. Como ha sucedido respecto del déficit. Por el momento especiales, indirectos, bebidas, alcohol, medioambientales, bancarios, etc. Ya habrá tiempo de ajustar la tuerca. Ya lo habrá.

Sin crédito no hay iniciativa, ni emprendedores, ni presente ni futuro

Se habla y se blasona de la reforma del sector público, pero no se concreta. Lo cierto es que son los técnicos los que están ahora mismo trabajando en ella, lo malo es que cuando lo toquen los políticos ¿qué quedará de la reforma del sector público? Pero la esperanza es lo último que se pierde. Y puestos a recurrir a la sabiduría refranera y del vulgo, tanta aldabonazo de reformas que, a la hora de la verdad, para este viaje no hacía falta alforjas. Nada nuevo bajo el sol como reza el Eclesiastés.

Seguimos empeñados en no emprender reformas de verdad, estructurales e integrales. Seguimos férreamente embriagados en el cortoplacismo y en la técnica del parche huyendo sin solución de continuidad hacia delante. Mala estrategia ésta, más partidista que política y de cálculo. Pero el gobierno sabe que se está abrasando lenta pero inexorablemente. Las cifras no repuntan y si lo hacen es hacia un estado y situación cada vez peor. Por mucho que algunos insuflen el principio del comienzo del fin, y los buenos resultados que aún no se ven por la ciudadanía. Luego se reían de los brotes verdes, pero entre estos y aquellos, el pozo se hace cada vez más lúgubre, díganselo sobre todo a los ya casi dos millones de hogares en este país con todos sus miembros en desempleo. Seamos serios.

“Se habla y se blasona de la reforma del sector público, pero no se concreta”

¿Hasta dónde llegaremos y hasta dónde llegará la resignación increíble de una sociedad que lleva en su ADN genético aquella? Millones de jubilados, millones de desempleados, millones de funcionarios y en dos años uno de cada cuatro españoles en paro. El sistema no lo aguanta. La sociedad por el momento sí. La esperanza no existe. Volvemos a imágenes de antaño, la emigración. La de una juventud que ve puertas cerradas. Las cifras de umbrales de pobreza y una sociedad cada vez más empobrecida lo dicen todo. El estado de bienestar ha sufrido una importante poda, que no racionalización, y por aquí hay que ir, no por el recorte por el puro recorte. Ahora tocan las pensiones, nunca se ha querido ser serio en este ámbito, ni con criterios de caja ni sin ellos como a mediados de los ochenta.

Sin creación de empresas no se genera un solo puesto de trabajo. Los autónomos aguantan los que aguantan sino cierran. Si no somos capaces de atraer capitales e inversión de fuera, porque dentro no funciona, no responde y en la situación actual los que pueden no arriesgan, es difícil salir de este túnel cada vez más largo, más angosto y sinuoso. Sin crédito, no hay ni iniciativa ni emprendedores, ni presente ni futuro. El círculo vicioso no hace sino ensanchar una elipsis cada vez más ancha y envolvente. El gobierno escenifica lo que parece ser una batería de reformas. Pero son de poco recorrido y poco empaque. No hay ideas, no hay coraje ni valentía para adoptar otro tipo de reformas, las que han de ir a la médula del problema. El objetivo sin embargo sí, contentar y apaciguar a Europa. Sin soberanía. Sin iniciativa. ¿Qué nos espera?

Abel Veiga Copo es profesor de Derecho Mercantil de ICADE.

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