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Columna
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Una nueva divisa para Escocia

La nueva declaración de independencia de Escocia depende de la adopción o no de una nueva moneda. Los nacionalistas se han enfrentado a dilemas monetarios antes. En un primer momento pensaron en unirse al euro, pero el inicio de la crisis hizo que la opción se descartara. Ahora creen que sería mejor formar parte de una zona esterlina –similar a la zona euro. La respuesta del gobierno del Reino Unido no es para nada favorable, pero tras rechazar el control de la política fiscal de Escocia y el resto de la política económica, ¿por qué debería el Banco de Inglaterra respaldar a los bancos al norte de la frontera? ¿Y por qué Londres querría convertir esta institución en una versión británica del BCE?

Escocia podría convertir el obstruccionismo inglés en una oportunidad y lanzar su propia divisa. Para hacer que esta sea segura y mantener la inflación y los costes de deuda a raya, el nuevo gobierno de Escocia –y su nuevo banco central– tendrían que empezar por labrarse su credibilidad. Por otra parte, la experiencia islandesa demuestra que el tamaño de las instituciones financieras escocesas tendrían que ser vigilado de cerca.

La nueva divisa podría reflejar los fundamentos económicos del país y la política monetaria podría dirigirse hacia las necesidades nacionales, en lugar de a las que británicas, o europeas. Su debilidad favorecería la construcción de una economía más competitiva y diversificada.

Los riesgos podrían ser mayores que las potenciales ventajas. Pero si los costes que tendría la auto determinación en la política macroeconómica, el crecimiento y el empleo son mayores que los beneficios, puede que los escoceses deban replantearse la declaración de independencia.

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