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Tribuna
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Chipre, el Eurogrupo y la prociclicidad

El manual dice que en una economía de libre mercado son precisamente las fuerzas del mercado las que actúan libremente fijando los precios de los bienes y servicios, y más perfecto es ese mercado cuántos más participantes actúan con un mismo nivel de información. Y es la economía de libre mercado la que, funcionando así, se convierte en el sistema económico que más riqueza crea, como ha demostrado la historia, y desde Adam Smith se han dedicado a predicar los apóstoles del liberalismo.

En las economías libres de nuestro mundo, es en los mercados financieros donde este principio se aplica de la forma más parecida posible al manual, por la cantidad de participantes y por los enormes flujos de información que manejan.

Podemos intentar que la regulación financiera sea anticíclica, es decir, que trate de prevenir ciclos excesivos

Pero, con todo, nadie duda a estas alturas que ni siquiera en ese ámbito el mercado puro funciona a la perfección, porque se producen desequilibrios e imperfecciones, y hasta manipulaciones deliberadas que alteran su correcto funcionamiento de creación y transmisión de precios, y de creación -o destrucción- de riqueza.

Por eso existen los supervisores, los reguladores y los legisladores, que establecen reglas y vigilan el funcionamiento de los mercados, no sólo para que funcionen correctamente, sin crear ventajas para unos participantes a expensas de otros, sino para prevenir la generación de desequilibrios que, si dejásemos a las fuerzas de mercado que actuasen libremente, causarían unos ciclos económicos, tanto en depresión como en crecimiento, muchísimo más drásticos: Los bancos quebrarían por doquier, arrastrando a muchísimas más familias a la pobreza y más empresas al cierre, fundamentado en que es el mercado el que efectúa este saneamiento, haciendo pagar los excesos, para luego volver a crecer a partir de bases más sólidas y costes más bajos, empezando por el del trabajo.

En suma, lo que pedimos a los supervisores y reguladores es actúen en beneficio de las sociedad que les ha designado, para que vigilen y corrijan desequilibrios y, en la medida de lo posible, modulen los ciclos económicos para que la creación de riqueza sea prolongada y sostenida en el tiempo.

"Alimentar cualquier sombra de duda sobre los depósitos minoristas puede generar especulaciones y profecías autocumplidas que lleven a entidades a la quiebra"

Si analizamos lo que ha pasado en Chipre y las alarmas que han encendido algunos responsables del Eurogrupo, empezando por su presidente, en relación con los depósitos bancarios, y la trasposición que se puede hacer de esa experiencia a la regulación de los rescates bancarios, y el manido 'bail-in', los reguladores estarían incumpliendo claramente el objetivo para el que se han creado las instituciones que gestionan.

Podemos intentar que la regulación financiera sea 'anticíclica', es decir, que trate de prevenir y corregir los ciclos excesivos, tanto las burbujas de crédito y liquidez, como los riesgos de insolvencia generalizada. Y en ello se puede tener más o menos éxito.

Pero desde luego lo que no puede ser de ninguna manera es 'procíclica', es decir, que favorezca hasta el límite los ciclos expansivos que nos lleven a generar burbujas de cualquier tipo, o profundizar y hasta provocar que las recesiones se conviertan en espirales depresivas.

Alimentar cualquier sombra de duda sobre los depósitos minoristas de los bancos, cuando el sistema financiero todavía genera, cuanto menos, escepticismo, tras años de crisis financiera continuada, puede generar toda suerte de especulaciones y 'profecías autocumplidas' que pueden llevar a la quiebra a entidades particulares, si no a sistemas enteros. No hay más que poner en duda la solvencia de una entidad, propagar el rumor, y el mercado, los depositantes, ya se ocuparán de hacer que se cumpla.

Y cuando pasa una vez, puede pasar unas cuantas más. Hasta que haya que recurrir a la nacionalización o intervención de las entidades, a costes mucho mayores.

Una cosa es dejar que sea el mercado el que actúe con participantes numerosos e informados, forzando la selección natural, que es sana y es la esencia misma del mercado.

Pero mientras tanto hay que velar por los participantes no informados y que son más vulnerables, normalmente el público en general, para que no ocurran casos como las preferentes, o las pérdidas de depósitos, para lo cual existen los Fondos de Garantía. Y tratar que los casos más críticos se solucionen sin generar contagios ni crisis generalizadas.

Si el regulador no sirve más que para decir que aquí no está cubierto nadie y hay que dejar que el mercado actúe con todas las consecuencias, ¿para qué lo necesitamos?. Y en segundo lugar, ¿no nos conduciría esa dejación de funciones a la propia deformación del mercado y de la libre competencia, provocando la generación de oligopolios financieros concentrados en muy pocos países considerados solventes, fortalecidos a su vez en su solvencia y capacidad de financiación por esa dinámica procíclica? Es decir, como Alemania en el mercado de deuda soberana.

A lo mejor es que juegan a eso.

David Pérez Renovales es director general de Finanzas de Línea Directa Aseguradora.

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