Intel tiene un dilema ante sí

Intel se enfrenta a un dilema al fabricar chips para sus rivales. Ofrecer este servicio de forma limitada a empresas como Altera se parece a comer gratis. Ayuda a Intel a maximizar su capacidad de fabricación y sufraga gastos: construir una planta de semiconductores cuesta 10.000 millones de dólares. Pero expandir demasiado este negocio puede amenazar sus márgenes.

Muchas empresas fabricaban y diseñaban chips. Eso ha cambiado. Es cada vez más difícil apiñar más transistores en un chip. Solo Intel, Samsung y otras pocas empresas pueden permitirse la inversión y el desarrollo. Los gastos de capital de los cinco principales fabricantes de chips ha aumentado de un 30% en 2004 a más de un 65%.

Intel ha invertido mucho para mantener su ventaja en la fabricación de pequeños chips. Históricamente, esto le ha llevado a márgenes más altos. Y desde que los chips pequeños necesitan menos energía, Intel espera que su destreza en su fabricación le haga un jugador principal en el mercado de los dispositivos móviles. Todavía no lo es, y el mercado de PC ya está maduro, por lo que las ventas no han ido al mismo ritmo que la inversión. Eso es un problema. Las fábricas de semiconductores dan dinero cuando funcionan todo el día, pero tienen grandes pérdidas cuando no están activas. Fabricar chips para otros da una buena manera de resolver ese dilema. Intel lleva un año de ventaja a sus rivales, por lo que puede cobrar un extra por sus servicios. Además, Altera no fabrica procesadores, por lo que no es un rival directo. Estos acuerdos ayudan a mantener activas las fábricas mientras reduce su dependencia del PC.

Tener grandes clientes como Cisco o Apple significaría que Intel tendría que invertir en nuevas fábricas. Eso es porque la mayoría de chips móviles funcionan con un estándar de la competencia. Hacerlo requeriría gastar tanto dinero que podría golpear el 60% del margen bruto que gana por el control de su estándar x86 para microprocesadores. Tendrá que andarse con cuidado.