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Alternativas sofisticadas

Guía para novatos

La crisis ha enseñado a los inversores que la rentabilidad no es lo único que cuenta a la hora de escoger un producto de inversión. Entender cómo funciona y qué garantías ofrece también es muy importante. "Después de escándalos como el de Madoff o Lehman es normal que se desconfíe un poco de ciertos vehículos de inversión distintos de los bonos y las acciones tradicionales", comenta Luis Puertas, director de la gestora británica ETF Securities en España. "De ahí que 'conoce lo que compras' debería ser el lema en las inversiones financieras", añade. Para ayudar a cumplir esta máxima, Puertas y otros tres analistas nos aproximan al universo de tres instrumentos cada vez más populares: los productos cotizados, warrants y contratos por diferencias (CFD).

Los ETF y ETC se engloban bajo el término genérico de ETP (exchange trade product). Los primeros son fondos de inversión que cotizan en Bolsa y los segundos, materias primas o divisas que cotizan bajo la forma de acción. Ambos se negocian de manera intradiaria en las Bolsas (el mismo título se puede comprar por la mañana y vender por la tarde) como si fueran las acciones de una compañía. El ETF imita el precio de varios activos, mientras que el ETC repite el de uno solo. Por ejemplo, con un ETC se puede reproducir el precio del trigo, en tanto que con un ETF se puede replicar una cesta compuesta por petróleo, oro, plata y la mayoría de las materias primas (en torno a 17), aunque los más populares son los que imitan el comportamiento del Eurostoxx 50 (principales compañías europeas) y el Ibex 35 (gigantes españoles).

Su funcionamiento es muy sencillo, ya que se limitan a imitar el comportamiento de activos o índices. Dependen, por lo tanto, de una gestión pasiva, lo que hace que sean más baratos que los fondos tradicionales, en los que hay que pagar a un gestor para que se encargue de seleccionar los valores. Otras ventajas son su transparencia, ya que se negocian en mercados regulados y liquidez superior a la de los fondos clásicos.

El lema de un inversor debería ser "compra solo lo que conoces"

Existen productos que apuestan si una moneda sube o se deprecia

En una operación puede perder más dinero del invertido

Estas prácticas están ganando terreno entre los prejubilados

El coste depende del activo que replican, pero de media se sitúa en torno al 0,45% anual frente al 2% de los fondos tradicionales. "Como en cualquier valor cotizado, el principal riesgo que asume el inversor es la fluctuación en el precio del subyacente", dice Luis Puertas, de ETF Securities, por lo que antes de invertir, recomienda fijarse en los activos que replica y examinar minuciosamente el folleto informativo, en especial todo lo referido a los costes, la independencia y experiencia del emisor y las garantías que ofrece.

Los warrants permiten apostar que la acción de una empresa, un índice bursátil ?el Ibex 35? e incluso el tipo de cambio de una divisa subirán o bajarán. Consiste en un derecho de compra o de venta sobre cualquiera de estos activos a un precio pactado y hasta una fecha fija, conocida como vencimiento. "Al ser un derecho, su precio es muy inferior al del activo, por lo que permiten invertir un importe menor a su valor", explica Carlos García Rincón, responsable de formación en productos cotizados de Société Générale.

El titular de un warrant puede comprar o vender este derecho cuando lo desee porque cotiza en Bolsa como si fuera una acción. Su valor dependerá de la cotización y volatilidad del activo al que está relacionado (subyacente) y de la cercanía al vencimiento. Por ejemplo, si un inversor piensa que la acción de Telefónica va a subir, en lugar de invertir los 11 euros que vale en estos momentos, puede hacerlo en un warrant que le otorga el derecho a comprar el papel a ese precio hasta el 21 de junio de 2013. Si su pronóstico se cumple y llegado el día la acción vale 13 euros, el inversor recibirá la diferencia entre ese precio y al que se garantizó la compra (11 euros). Por tanto, recibirá 2 euros por warrant.

Los CFD son contratos entre un comprador y un vendedor por el cual el segundo se compromete con el primero a pagarle la diferencia entre el precio actual de un activo y el que tendrá al final del acuerdo. Pero si la diferencia es negativa, es el comprador el que paga al vendedor. El activo puede ser la acción de cualquier empresa del mundo o una materia prima.

"Cuando se opera con CFD, se negocia sobre el cambio de precio del activo al que está vinculado, sin poseerlo como tal", explica Soledad Pellón, estratega de IG Markets, líder en CFD en nuestro país. Como no se adquiere la titularidad de las acciones, sino un contrato con una contrapartida, hay que conocer bien al emisor porque si no es solvente al cancelarse el acuerdo puede no pagar.

Gonzalo Cañete de Soto, analista del banco de inversión danés Saxo Bank, pone un ejemplo. Supongamos que usted se entera de que cierta compañía va a presentar una patente que disparará su valor en Bolsa. Si esta empresa cotiza fuera de España, probablemente le resultará complicado comprar su acción. Pero puede hacerlo fácilmente contratando un CFD. Hecho esto, el anuncio que esperaba se da y esta empresa sube en Bolsa un 30% ese mismo día. De inmediato, ordena vender su posición sobre ese CFD. "Lo que recibirá será un abono por la diferencia entre el precio al que lo compró y su valor actual, sin costes ni comisiones".

Pero así como en el caso anterior el inversor usó CFD para beneficiarse del alza de un activo, también puede hacerlo para ganar con la caída de otro, salvo que exista alguna prohibición. En este último caso, la ganancia será mayor cuanto más caiga el activo, y la pérdida, cuanto más suba. "La dirección en la que se mueva el precio de la acción a la cual está referenciado el contrato [hacia arriba o hacia abajo] y cuánto avance determinará si el inversor gana o pierde, y cuánto", precisa Pellón.

Otra característica importante de los CFD es que el inversor desembolsa solo un porcentaje del valor del activo al que está asociado. Significa que con 100 euros, por ejemplo, se puede contratar un CFD para beneficiarse de la revalorización de un paquete de acciones que en la Bolsa valdría 1.000. Esto implica que si ganamos un 5% en una operación, lo haremos sobre el total del dinero negociado (en este caso, 1.000 euros), pero si perdemos un 5% también lo perderemos sobre ese total, con lo cual, podemos perder más dinero del invertido y quedar con saldo deudor en casos extremos. Las gestoras ofrecen instrumentos que limitan estas situaciones conocidos como stop loss. En cuanto a los costes de operar con CFD, estos son muy bajos comparados con los productos tradicionales.

Es muy importante tener en cuenta que tanto los ETP como los warrants y CFD son instrumentos dirigidos a inversores arriesgados con experiencia en Bolsa y conocimientos financieros, que hacen un seguimiento diario a su cartera. Sin embargo, en los últimos años, están ganando mercado entre prejubilados deseosos de obtener rentabilidades más altas por su dinero.

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