La solidez alemana no está en duda
Los últimos datos de la mayor economía de Europa no son algo de lo que preocuparse, al menos para los estándares alemanes. El PIB cayó un 0,5% en el último trimestre de 2012. La caída fue mayor que la pronosticada por la mayoría de economistas. Pese a esta sorpresa negativa, no hay necesidad de perder la fe en el último motor de crecimiento que queda en Europa.
Primero, el rendimiento de la economía en 2012 debe ser visto en el contexto de la crisis del euro. El resto de la zona única está en recesión. Que Alemania haya sido capaz de desvincularse parcialmente de sus principales socios comerciales es algo destacable. El desempleo apenas aumentó, los ingresos fiscales están en un máximo histórico y las exportaciones no europeas van bien. El consumo privado, tradicionalmente el punto débil de la economía alemana, fue muy fuerte el año pasado. El crecimiento anual del 0,7% no es demasiado malo comparado con otros países. En la eurozona, solo Estonia y Eslovaquia crecieron más.
Además, el retroceso del último trimestre será rápidamente olvidado. La incertidumbre sobre el futuro de la eurozona tuvo mucho peso en la economía alemana. Pese a los bajos intereses y unos márgenes de beneficio decentes, las empresas alemanas no invirtieron. Esta renuencia fue el lastre más importante de 2012. Pero es poco probable que pase en 2013. La predisposición del BCE para actuar como respaldo para una eurozona solvente y la decisión de Angela Merkel de que Grecia deba seguir en la eurozona han eliminado las perspectivas de una ruptura descontrolada de la Unión Monetaria Además, hay esperanzas de que la recesión en la periferia se suavice en 2013, y las previsiones para Asia son buenas. Esto beneficia a las exportaciones alemanas.
Los indicadores ya reflejan esto. El índice IFO de confianza empresarial ha subido en los dos últimos meses. La Bolsa también parece encarar mejores tiempos. El Dax ha subido un 30% desde junio de 2012. Esto no es un callejón sin salida.