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Tribuna
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La tierra prometida

Han pasado ya más de dos años desde que se emprendieran en Europa ambiciosos planes de ajuste fiscal y la evidencia nos indica que, lejos de lo prometido, la consolidación fiscal a la alemana no resulta ni creíble ni inspira confianza, ni a las empresas para que incrementen su actividad y generen empleo, ni a los mercados, ya que los inversores no están dispuestos a comprar la deuda soberana de los países con problemas.

En el documento de debate publicado por la Fundación Ideas Los efectos del ajuste fiscal en las economías periféricas de la zona euro se muestra por qué los ajustes fiscales están teniendo efectos negativos sobre el crecimiento, el desempleo y la desigualdad en los países sometidos a planes de consolidación estrictos, como es el caso de España, Italia, Irlanda, Portugal y Grecia.

Los ajustes fiscales en estas economías, por su magnitud y por la exigencia de su rápida ejecución, están desencadenando un círculo vicioso que lastra la demanda interna que produce una caída de la actividad, mermando la capacidad de crecimiento. Los recortes están volviendo como un bumerán en forma de recesión continuada, lo que dificulta el cumplimiento del calendario de los objetivos de déficit comprometidos y aumenta la deuda pública, los intereses y la desconfianza. Por tanto, si los ajustes frenan más la economía no solo es porque no están funcionando, sino que, peor, son contraproducentes. Cabe destacar la situación de Portugal, a quién el FMI da una previsión para 2013 de aumento de su déficit, situándolo en el 5% del PIB (en 2012 es del 4,5%), tras el intento del Gobierno luso de reducirlo cuatro puntos en dos años, intención no muy distinta de la que persigue Rajoy.

Si bien se presta mucha atención al tamaño y al calendario de consolidación fiscal, también merece igual de atención la composición del ajuste, ya que diferentes composiciones pueden tener distintos efectos en el crecimiento económico. Grecia, Portugal, Italia, Irlanda y España han escogido en sus planes de estabilidad una estrategia mixta principalmente centrada en la disminución del gasto público, en concreto en las partidas referentes a beneficios sociales e inversión pública, lo que ha contribuido a deprimir aún más la producción, además de distribuir de manera desigual la carga de los ajustes entre los ciudadanos y ser poco eficiente en la reducción del déficit.

Un buen ejemplo de lo afirmado es España, donde las duras medidas aprobadas por el Gobierno han conseguido que la reducción del déficit fiscal haya sido muy modesta, del 9,6% de 2011 a aproximadamente un 7% en 2012. Ello se debe a que los esfuerzos fiscales no están siendo eficientes, ya que los recursos obtenidos están siendo en gran parte absorbidos por el pago de los intereses de la deuda ante la presión creciente de los mercados y al aumento de la transferencias sociales, esencialmente subsidios de desempleo. Si a ello le unimos el empeño del Gobierno español de partir para 2013 de un escenario erróneo de crecimiento del PIB de un -0,5% frente al -1,5% que predicen los principales organismos, el Plan de Estabilidad 2012-2014 presentado este verano carece de toda viabilidad para alcanzar las metas marcadas por Europa. Dados los efectos demoledores que están teniendo los estrictos planes de consolidación fiscal sobre las economías de los países periféricos, es imprescindible que las autoridades europeas se replanteen su decisión de priorizar la austeridad frente a los estímulos al crecimiento. Hasta el FMI en el World Economic Outlook publicado en octubre rectifica su postura de defensa a ultranza de la austeridad para generar crecimiento económico y empleo, y reconoce que ha infraestimado los efectos multiplicadores negativos que tienen los ajustes fiscales sobre el crecimiento económico.

El mensaje para Europa es inequívoco: es primordial que los recortes se ajusten a un ritmo de reducción del déficit adecuado al ritmo de recuperación de sus economías. Solo con planes de ajuste creíbles y cuya realización sea factible se generará la confianza que necesitan los agentes económicos para producir y consumir, y los mercados para recuperar la liquidez necesaria para financiar nuevas inversiones. Ello contribuirá no solo al cumplimiento de los planes de ajuste, sino que además permitirá recuperar la senda de crecimiento y creación de empleo.

Josefa Calero Serrano es investigadora de la Fundación Ideas

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