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Columna
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Corea contra los conglomerados

Ha llegado el momento de atacar a los conglomerados empresariales surcoreanos (chaebols). Los tres candidatos a la presidencia están prometiendo que cortarán las alas a los poderosos del país.

Ante un público tan indignado como el de Corea, los políticos no tienen muchas más opciones. Las encuestas más recientes muestran un aplastante apoyo a la democratización económica. Una petición lógica en un país en el que hasta los puestos de palomitas del cine están controlados por la misma familia que dirige la cadena de las salas de exhibición.

Aunque las pequeñas empresas y a las starups se merecen una oportunidad, el ganador de las elecciones el 19 de diciembre debería andarse con cuidado cuando comiencen las duras negociaciones.

Están en juego las exportaciones del país, el 70% de las cuales provienen de grandes conglomerados como Samsung y LG. Con una demanda global todavía débil, puede que no sea el mejor momento para desencadenar semejante asalto al panorama empresarial de Corea del Sur.

De los tres candidatos, Park Geunhye, del conservador Partido de la Nueva Frontera (Saenuri) que actualmente está en el poder, es la que tiene el plan menos audaz. La candidata apoya un endurecimieto de las penas de cárcel para los jefes descarriados de los chaebol, pero tiene una postura tan clara en lo referente a imponer límites a las nuevas inversiones. Por el contrario, los consejeros del candidato independiente Ahn Cheol-soo, un empresario informático de éxito, están planteando establecer un comité para reformar los chaebol. La campaña de Ahn no descarta obligar a los conglomerados a realizar "reformas estructurales", un eufemismo para hablar de su disolución.

Por su parte, Moon Jae-in, el principal candidato de la oposición, pretende prohibir nuevas participaciones cruzadas entre afiliados y dejar sin validez las últimas operaciones de este tipo que se hayan realizado en los últimos tres años.

Si Moon y Ahn deciden unir sus campañas, los comicios se convertirán en cosa de dos y si, durante el proceso, el ataque a los chaebol se recrudece, la economía podría pagar un precio muy alto.

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