Crisis, pacto fiscal y empresa
El agitado debate abierto por las fuerzas políticas catalanas sobre un nuevo paso hacia el soberanismo el pasado 11 de septiembre ha comprometido a todas las instituciones nacionales, incluida la monarquía. Hoy el presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, explicará al presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, el alcance verdadero de las ambiciones de su plan. Ello se produce solo unas horas después de que asunto tan delicado pasase por el tamiz de los órganos de gobierno de la confederación empresarial, y en los que los dirigentes de Fomento del Trabajo, una de las más poderosas patronales españolas, defendieron el pacto fiscal de España con Cataluña, algo así como una réplica de la relación fiscal entre España y el País Vasco o Navarra.
La crisis económica juega un papel determinante tanto en el problema como en la solución. Las fuerzas políticas catalanas han azuzado la maquinaria política hasta llevar a parte de la población a la reivindicación suprema de la independencia, cuando muy probablemente una buena parte estaría muy satisfecha de resolver el viaje con un concierto económico, precisamente porque la crisis les ha explicitado el ahogo financiero en el que se encuentran. Una asfixia que llega, como en el resto del país, por los excesos del pasado y que han revelado el fracaso de un modelo político y financiero tal como está ahora diseñado, y que gran parte de las fuerzas políticas catalanas creen que se resolvería con el grado sumo de soberanía fiscal. Tal posición es respetable, pero discutible. Un paso en tal dirección, hacia una federalización asimétrica del país, puede ser demoledor para la igualdad de oportunidades de una parte de los españoles con la parálisis económica actual.
Puede abrirse tal debate cuando la situación económica lo permita, cuando se haya superado la duda de si España será viable financieramente en el medio y largo plazo, y a la vez la certeza de que las comunidades autónomas no son financieramente viables si no es con el aval del Estado. Tampoco estaría de más dejar madurar un modelo de financiación cerrado hace bien poco, pero construido sobre las bases de generación de ingresos de 2006, esos que no volverán en una larguísima temporada, y que aseguraban a Cataluña una financiación satisfactoria, más allá de los anhelos soberanistas de ahora o del Estatut corregido por el Constitucional. Una vez madurado, será pertinente afrontar correcciones en él, y en tal debate tiene encaje, como una alternativa más, el denominado pacto fiscal.
Mientras tanto, la CEOE, que debe escuchar y respetar todas las sensibilidades empresariales sectoriales y regionales del país, debe velar por la unidad de mercado como principio capital para el desarrollo de una economía competitiva, que camina con señales más que evidentes hacia la globalización, no hacia la cantonalización.