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Columna
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India, de la esperanza al miedo

Las elecciones se avecinan en India. Y así como el guion económico del gobernante Partido del Congreso se deteriora, también lo hacen sus políticos. Cuando todo falla, siempre hay una tensión común. Las campañas que llaman a la casta, la religión y la lealtad regional pueden ayudar tanto al Partido del Congreso como al principal grupo de la oposición, el BJP, para ganar votos de los partidos regionales fuertes. Pero la división es un desastre para la India.

El actual deterioro en la política interna empezó en el noreste de India, donde 85 personas han sido asesinadas y 400.000 desplazadas en las luchas entre la tribu de los bodos y los musulmanes. Para empeorar las cosas, la violencia se ha extendido a otros estados. Las protestas musulmanas en Bombay contra el injusto trato derivaron en violencia, muriendo dos personas, y los rumores de venganza en las redes sociales y por mensajes de texto dejaron a más de 30.000 inmigrantes volviendo a casa por el terror. Y eso ha llevado a una torpe censura de Twitter por parte del Gobierno.

Es un buen momento para el arte de gobernar de los dos grandes partidos. El BJP es muy propenso a usar el miedo y el prejuicio antimusulmán para reforzar el apoyo de su núcleo nacionalista hindú. El Partido del Congreso es laico y su compromiso es la protección de las minorías de la nación. Pero el miedo a la violencia religiosa le va bien, por lo que sus líderes tienden a usarlo de forma sensacionalista.

Las encuestas recientes predicen una derrota para los dos principales partidos en las elecciones de 2014. Los pequeños partidos regionales, muchos de los cuales no tienen reparos en avivar la llama del "comunalismo", están subiendo. La mezcla política es mala para la economía. El BJP ha abandonado los compromisos por las reformas, en parte por intentar retener la lealtad de los tres millones de comerciantes de la India, mientras el Gobierno parece incapaz o no dispuesto a impulsar una agenda de reformas agresiva. Las elecciones de 2014 podrían convertirse en un debate sobre los problemas sociales, protegiendo al Gobierno de una valoración más estudiada de desgobierno económico.

Por Jeff Glekin

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