Farmacéuticas, patentes y genéricos
La industria farmacéutica de EE UU no puede permitir los acuerdos de los medicamentos genéricos por más tiempo. Wyeth, de Pfizer, es la última compañía en mantener su monopolio sobre un medicamento patentado entregándole a un rival los derechos exclusivos para una versión genérica. Es un quid pro quo anticompetitivo, aunque el dinero no cambie de manos.
Los tribunales han permitido a las farmacéuticas resolver los conflictos de patentes si los genéricos no se mantenían fuera del mercado más allá de la fecha de expiración prevista de la patente. Esto se ha mantenido así incluso cuando al fabricante de genéricos le pagan para demandar que la patente debe expirar antes. El mes pasado, sin embargo, una corte federal de Nueva Jersey dijo que un pago así debe presumirse como un daño a la competitividad. Mientras que las farmacéuticas pueden refutar la presunción, la sentencia bloquea la táctica preferida para preservar el monopolio.
Pero las grandes farmacéuticas ya habían encontrado una escapatoria. Cuando la patente expira, el titular original y el primer fabricante de genéricos en acordarlo con el Gobierno americano obtienen un derecho exclusivo de seis meses para vender una alternativa sin marca. Así, los fabricantes de marca pensaron que podrían resolver las demandas de patentes entregando ese derecho. Un aspirante genérico recibiría un lucrativo monopolio de seis meses cuando la patente expirara, mientras que el dueño original evitaría un prematuro final a la protección de la patente. Pfizer utilizó esta vía en su acuerdo con Teva Pharmaceutical por los derechos del antidepresivo Effexor XR. De acuerdo con el pleito, Teva retrasó su versión genérica por dos años a cambio de la promesa de Pfizer de no competir una vez que Teva empezara la producción. Las ventas anuales de medicamentos llegaron hasta 2.500 millones de dólares durante esos años. Las compañías rechazan las acusaciones y afirman que el acuerdo era un pacto por la licencia. Pero la Comisión Federal del Comercio dictó que era ilegal.
La protección de las patentes permite a las grandes farmacéuticas indemnizarse por los enormes costes de traer compuestos al mercado. Pero no se les debería permitir timar a los usuarios durante más años de los que merecen por sus descomunales beneficios.