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Tribuna
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Río+20 como punto de partida

La explícita referencia a la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992 marcó el desarrollo de la Conferencia de la ONU sobre Desarrollo Sostenible, o Río+20, celebrada del 16 al 22 del pasado junio. Con unos 50.000 participantes inscritos, entre delegados y representantes de organizaciones acreditadas, más las aportaciones online de centenares de miles de ciudadanos, la presencia de muchos jefes de estado o presidentes de gobierno, entre ellos Mariano Rajoy (aunque con las significativas ausencias de Obama, Merkel y Cameron), Río+20 es sin duda una de las reuniones sobre el futuro del planeta más importantes del primer cuarto del siglo. Y ello sin contar con la paralela Cumbre de los Pueblos, que reunió a un número similar de personas.

Toda esta participación social, empresarial y gubernamental se repartió en diferentes reuniones. En concreto, se organizaron más 500 side events por parte de gobiernos, major groups, organizaciones de la ONU y otras internacionales. El Nrg4SD (Network of Regional Governments for Sustainable Development), reforzó el papel de las regiones. Los Diálogos para el Desarrollo Sostenible, una iniciativa del Gobierno de Brasil, permitieron, tras debates y votaciones presenciales y online, llevar algunas recomendaciones a las reuniones decisorias. En los Diálogos, con una audiencia media de 1.300 personas, se insistió en añadir la cultura a los tres pilares básicos del desarrollo sostenible, así como en la importancia de la educación. La Cumbre de los Pueblos fue un contrapunto a la Conferencia oficial, generando una gran movilización social. Los ejes temáticos de la Conferencia Río+20 fueron dos, por una parte, la economía verde en el contexto del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza, y, por otra, el marco institucional para la sostenibilidad, que alude a la gobernanza mundial. Todo ello se focalizó en siete áreas temáticas: ocupación, energía, ciudades, alimentación, agua, océanos y desastres naturales. La primera, la de la ocupación y los puestos de trabajo es vital para la estabilidad y la cohesión social. El tema de la energía es central en cualquier modelo de desarrollo económico. Las ciudades, por su parte, merecen especial atención, porque son motores de progreso y avance social y foros de cultura, pero, también, reductos de desigualdad social y de contaminación ambiental, además de concentrar a dos tercios de la población mundial. Una prioridad absoluta es cubrir las necesidades de alimento de los cerca de mil millones de personas que pasan hambre en el mundo. El acceso al agua potable y el saneamiento, así como el cuidado del océano constituyen asimismo retos básicos para la humanidad. Finalmente, la buena planificación del territorio ha de permitir un futuro con menores costos por causa de los desastres naturales.

Río+20 admite valoraciones diversas, y hasta opuestas, como ha quedado de manifiesto en las propias declaraciones de los actores principales de la conferencia. En mi opinión ha habido aspectos negativos y positivos. Empezando por los negativos, hubo una falta de concreción en las medidas de implementación de los objetivos y recomendaciones citados en el documento final. Aun se mantienen algunos subsidios dañosos, como los de los combustibles fósiles -algo que deberíamos eliminar, como proclamaron muchos intervinientes, en particular la ex primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland, durante un Diálogo para el Desarrollo Sostenible-. También debemos señalar que los debates sobre los límites del planeta prácticamente se aparcaron.

En lo que a aspectos positivos se refiere Río+20 ha supuesto ante todo un momento de reflexión profunda sobre el futuro de la humanidad, por el nivel de las intervenciones, entre ellas la de la del premio Nobel de la Paz M. Yunus, al margen de los protocolarios discursos de los representantes de los estados. El documento final, con el título de 'El futuro que queremos', reúne, en 283 párrafos, principios, propuestas y metas que, aun siendo algunas de mínimos, asumiríamos como positivas para el futuro del planeta.

En una situación como la actual, de gran inestabilidad, incertidumbre y de aceleración en la sucesión de los acontecimientos, con efectos globales casi instantáneos no se puede ser competitivo sin ser sostenible. En consecuencia, toca poner en práctica los principios de Río+20 que como recordó el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, no debe considerarse el final de etapa, sino el punto de partida para avanzar en la futura sostenibilidad de la humanidad.

a planifica-ción del territorio ha de per-mitir un futuro con menores costos por causa de los desas-tres natu-rales"

Elvira Carles. Directora de la Fundación Empresa y Clima

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