Los inadecuados controles de capital
Grecia necesitaría racionar las retiradas de efectivo de los cajeros automáticos e imponer controles de capitales si va directa a la salida del euro. Pero hacer lo mismo en otra circunstancia provocaría el pánico y significaría el fin de la moneda única.
Si Atenas abandona el euro, los controles serán necesarios para evitar que los griegos retiren los 160.000 millones de euros depositados en los bancos del país. De lo contrario, los contribuyentes del resto de la eurozona enfrentarían incluso una mayor pérdida. Los controles de capital en Grecia provocarían la retirada de euros de los bancos de otras economías débiles. De ahí la sugerencia de imponer límites similares en otros lugares. Pero a menos que se introdujeran como paso previo para el desmantelamiento del euro, sería algo contraproducente. Salvo que se acordara entre los países de la eurozona poner en común sus deudas, la gente y las empresas se apresurarían a tomar su dinero tan pronto como se levantaran los controles. Un mejor plan B sería que el BCE prestara de forma gratuita a los bancos solventes de fuera de Grecia, que tendrían el suficiente efectivo para satisfacer las necesidades de los depositantes.
En algunos casos, podría haber preocupaciones por la solvencia. Eso explica por qué la recapitalización de 100.000 millones de los bancos españoles es tan importante. Los bancos también podrían quedarse sin las garantías adecuadas. Pero esto puede ser corregido por el BCE, autorizando asistencia urgente de liquidez de los bancos centrales nacionales. Continuaría, por supuesto, el traslado de capitales desde la periferia al centro de la eurozona, especialmente a Alemania. El Bundesbank tendría que redirigir el dinero al BCE para devolverse a los bancos de Italia, España, etc.
A finales de mayo, al Bundesbank se le debían 699.000 millones del BCE por ese reciclaje de efectivo. En el caso de una salida griega, el número podría superar el billón de euros, causando la alarma en Alemania, Pero siempre que el BCE no vacilara a la hora de proporcionar liquidez, la huida acabaría y volvería la calma.
Por Hugo Dixon