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Europa también se equivoca

Que en España se han hecho las cosas mal no es ningún secreto. Por todos es sabido que desde finales de la década de los noventa, la combinación de dinero barato y avaricia han dado como resultado la mayor burbuja inmobiliaria jamás conocida. Los controles y la sensatez fallaron a todos los niveles. Responsables políticos, empresas y ciudadanos se dejaron llevar por la tentación de ganar dinero fácil con financiación ajena. Así de simple y así de complejo.

Fruto de ello, España fraguaba lenta pero decididamente extraordinarios desequilibrios de forma silenciosa. El precio de los inmuebles se disparó sin freno y el déficit por cuenta corriente se agrandó simultáneamente. La banca comenzó una absurda competición por incrementar negocio a cualquier precio, y se concedían créditos y préstamos a diestro y siniestro, a plazos cada vez más extensos, sin sopesar el riesgo y la futura solvencia de los prestatarios. Mientras tanto, la política monetaria aplicada por el Banco Central Europeo por aquel entonces no era en absoluto la más adecuada para el fuerte ritmo de expansión que marcaba la actividad económica española. No nos engañemos, los tipos de interés del BCE siempre se han estado dictando desde Alemania. Ahora, también.

No es de extrañar la reciente oleada de euroescepticismo que está creciendo como la espuma en paralelo a los problemas económicos de los países periféricos. Sobre ellos se cierne una especie de “tormenta perfecta”, parcialmente autoinfligida. El círculo vicioso endeudamiento-escasez de crédito-falta de actividad económica-déficit- mayor endeudamiento y vuelta a empezar, los está ahogando. No hay salida posible sin una normalización urgente de las condiciones de financiación de sus Estados y Empresas.

Esta es la pregunta que más se oye en la calle estos días: ¿será España rescatada/intervenida? Si todo sigue así, desde luego. Una economía que no crece no puede soportar por mucho tiempo una financiación a tipos del 6,5%. Es por eso que los gobernantes españoles piden insistentemente a Europa un compromiso más activo del BCE que debiera ejercitarse a través de su programa de compra de bonos (Securities Markets Programme), que lleva inactivo desde hace ya bastantes semanas. Si pretenden que devolvamos nuestras deudas deberán evitar que los intereses “se coman” literalmente nuestros ingresos futuros y nuestra riqueza. Europa debería entender que hay mucho en juego en esta partida, porque un paso en falso en la resolución de la crisis, en esta fase en la que nos encontramos, podría suponer muy probablemente un indeseado “default” de un país sistémico que pondría en jaque a la economía mundial.

Hoy por hoy, la solución no parece nada cercana a tenor de las declaraciones de las autoridades europeas. Su obcecación, su inaceptable falta de cohesión y coordinación, y una especie de “extraña solidaridad” mediante la cual unos se financian gratis y otros sufren la usura de los mercados de deuda (muy legítimamente y por una desconfianza absolutamente comprensible, eso sí), nos llevan hacia una espiral económica perversa de nefastas consecuencias para todos, incluídas las economías más boyantes. La economía real ya está sintiendo las consecuencias de este despropósito. Hay que pararlo.

Ninguno de los países rescatados hasta la fecha en Europa han conseguido controlar aún sus primas de riesgo, a pesar de la puesta en marcha de importantes políticas de ajuste y de haber recibido ayuda externa. Quizá porque hacerse el hara-kiri por mandato europeo sin la garantía inequívoca de obtener una financiación adecuada y manejable, no sea la receta que debamos aplicar. Las bolsas con su evolución en el mes de mayo así nos lo han demostrado haciéndonos llegar una dolorosa señal de disconformidad. Europa también se equivoca.

Alejandro Varela es Gestor de Fondos en Renta 4 Banco

@AVarela_Madrid

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