La cultura del vino atrae a nuevos consumidores
Los cursos de cata, las visitas a bodegas o el enoturismo abren un mundo lleno de sensaciones y matices que los profesionales enseñan a valorar
La venta de vino en España ha caído en picado. Frente a los más de 40 litros de consumo anual por persona de los años noventa y de los 30 litros durante la década pasada, en 2011 apenas se superaron los 18 litros per cápita. No obstante, los consumidores son ahora más exigentes y la calidad es incomparablemente mejor. Se bebe menos, sí, pero se bebe mejor. "Actualmente, la cultura del vino se encuentra más arraigada entre personas de una edad comprendida entre los 30 y los 50 años, que consumen vino de calidad y con sentido en España", dice Luis Castellano, enólogo y catador.
La situación geográfica, las diferencias climáticas y la variedad de suelos hacen que nuestro país sea un lugar privilegiado para la elaboración de vinos con características muy distintas. Pero, ¿qué busca hoy el consumidor? En los últimos años se ha producido una gran apertura tanto a nuevas denominaciones de origen como a variedades de uva. "Ahora están de moda la garnacha centenaria, la monastrell o la mencía, y los vinos de Madrid, de Cariñena, de El Bierzo Es decir, zonas y variedades a las que antes no era fácil que se acercara un consumidor medio", apunta Mayte Santa Cecilia, tercera generación al frente de Bodegas Santa Cecilia, que en 2012 celebra su 90 aniversario. Este nuevo consumidor entiende el mundo del vino como un hobby, como algo cultural, y ello conlleva la proliferación de cursos de cata, visitas a bodegas, enoturismo, coloquios con bodegueros...
Según el sumiller Javier Gila, el cliente quiere caldos para disfrutar, con mucha fruta y equilibrio, frescos. "No presta atención a aquellos que se elaboran para los críticos con el fin de conseguir puntuaciones altas. La gente de a pie busca vinos agradables con una buena relación calidad precio. Podemos encontrar vinos excelentes a dos euros y por menos de diez euros hay maravillas, pero hay que reconocerlas y para eso estamos los profesionales".
Se buscan caldos con buena relación calidad-precio
La modernidad en la elaboración ha afectado a todas las zonas, pero las clásicas conservan su personalidad. "No se trata de hacer vinos en función de las modas, porque estas pasan. Una vez que se han abierto las ventanas y ha entrado aire nuevo, es necesario reordenar lo que queda, lo que tiene personalidad y calidad, aquello que se diferencia de lo que hacen otros", señala Santa Cecilia.
La Rioja, la DO conocida por antonomasia, representa la tradición y es la única que vende año tras año todas las botellas que produce, unos 500 millones. "La gente espera encontrarse con un vino clásico, fácil de beber: el joven, tipo cosechero, con el que se chatea y se puede alternar o el crianza bien elaborado, con las maderas bien insertadas y los ensamblajes correctos. Son vinos sencillos, de buenos recuerdos", resalta Luis Castellano. Pero La Rioja también ha cambiado la etiqueta de un producto con poco color y con estructuras rígidas, con la elaboración de los llamados vinos de autor, que se salen del clásico de la zona. "Y lo están consiguiendo con calidades muy buenas", según Luis Castellano.
En el caso de Ribera del Duero, la segunda DO más consumida en España, el cliente demanda estructura, cuerpo, bravura. "Estos vinos se asocian mucho a la gastronomía de la zona, al lechazo, al asado son más fuertes. Lo que vende Ribera es color, madera nueva, vinos profundos e intensos", aclara Castellano.
Por su parte, las zonas emergentes buscan personalizar el vino, hacer un producto distinto que diga algo nuevo. Por ejemplo, León oferta esa diferencia con uva Prieto Picudo; Jumilla, que ha pasado de vinos muy alcoholizados a estructurados y afrutados, o Castilla-La Mancha, que está reduciendo extensión y seleccionando viñedos para hacer caldos singulares, con variedades que gustan en el mercado pero adaptadas a la tierra. E incluso Asturias, con el Vino de Cangas.
¿Y qué pasa con los blancos? En España ha habido poca cultura de vinos blancos, no se consideraban adecuados para una gran cena. Esto está empezando a cambiar. Además de las zonas consolidadas -Rueda, Rías Baixas o Penedés con el cava-, han despertado otras como la Marina Alta (Alicante), Castilla-La Mancha o Extremadura, donde se hacen buenos vinos blancos en pequeños volúmenes y muy bien estructurados.
Carmen Garrobo. "Los catadores deben ser honestos y humildes"
El suelo, el clima, la variedad de la uva y las técnicas empleadas en la elaboración son parámetros que dan lugar a vinos distintos. Esta diversidad es la que hace que su análisis sensorial, además de fascinante, sea complejo. Honestidad y humildad son las cualidades que más aprecia en un catador Carmen Garrobo, directora de la Escuela Española de Cata."Los catadores, que generalmente no somos enólogos, intentamos mandar mensajes a las bodegas o a los enólogos sobre cómo, en nuestra humilde opinión, se podría mejorar un producto". Esta catadora y una de las primeras mujeres sumiller de España dice que los jóvenes están empezando a beber buen vino. "Vienen a cursos, tanto de cata como de sumilleres, y cada vez valoran mejor el producto. Hay mucha curiosidad. Se están formando tanto a nivel profesional como personal. Antes era una actividad más elitista. Esto, afortunadamente, ha cambiado y ahora se apuesta mucho más por la formación".Para Garrobo es muy importante que existan profesionales que sepan catar el vino y que con sus opiniones tanto el consumidor como las bodegas sean más exigentes. A Carmen Garrobo le resulta difícil decantarse por una zona productora de las muchas que hay en España. "Mi mensaje es investigar porque tenemos un país con una enorme variedad".
Javier Gila. "Reivindico la labor del profesional del vino"
La cultura del vino ha mejorado mucho en España, asegura Javier Gila, sumiller. "Hay nuevas denominaciones de origen, más zonas vitivinícolas y los consumidores tienen más interés. Creo que los profesionales de la hostelería, concretamente los sumilleres, han hecho una gran labor para dar a conocer la gran variedad de vinos". Una de las claves que definen a estos expertos es el reciclaje continuo. "El sumiller que se precie está siempre en constante evolución, estudiando, probando nuevos vinos, visitando bodegas, ferias, asistiendo a conferencias. Lo más importante es la humildad, estar siempre preparado para aprender, escuchar y evolucionar. Esta es una carrera de fondo, todos los días se aprende algo nuevo".Gila considera que el cliente tiene que estar informado y el profesional formado. Con un buen maitre, un vino mal conservado nunca llegará a la mesa. Por eso reivindico su labor". Javier Gila dice que en España el nivel de la sumillería es muy alto, no desmerece al de otros países, "pero faltan estudios reglados". La trayectoria profesional de Javier Gila ha sido reconocida con numerosos premios. Ha trabajado en hoteles como el Ritz o el Villamagna, ha sido jefe sumiller de Lavinia durante varios años e imparte clases para futuros sumilleres.