La situación del capital riesgo
La situación actual del capital riesgo en España merece una reflexión inmediata por diversos motivos. Y es que en un entorno de mercado donde la crisis golpea prácticamente a todos los sectores de actividad, el capital riesgo atraviesa por momentos de incertidumbre, pero ¿significa esto que llegamos al final de una actividad o que iniciamos la reconversión de un sector en su totalidad?
La respuesta es no. Y buscando en las raíces de la actividad de capital riesgo, encontramos los motivos de la respuesta. En la época de bonanza económica era relativamente sencillo encontrar negocios que crecieran por sí mismos. De tal manera que el capital riesgo aportaba músculo financiero para el crecimiento y obtenía su rentabilidad balanceando los recursos que ofrecía a las compañías y con los que era capaz de obtener de las entidades financieras.
Eso sucedía en un contexto de mercado de acceso a crédito fácil y barato. Ahora, en plena crisis, la situación cambia. Los buenos negocios, que los hay, tienen unas necesidades diferentes y el capital riesgo solo tiene que ser capaz de dar respuesta a esas necesidades. Una respuesta que el sector está plenamente capacitado para dar, gracias a la madurez de su evolución en el mercado español, por ejemplo, y a la necesaria habilidad para adaptarse a distintos entornos que se requiere a sus profesionales.
Sin embargo, ¿qué puede aportar el mercado de capital riesgo en el contexto económico actual? De nuevo la respuesta es recursos financieros y la eficiencia y capacidad de gestión de sus directivos, pero no necesariamente en ese orden. La preparación de los profesionales de este sector es difícilmente comparable a la media del resto de nuestro tejido empresarial y esto es un valor sobre el que asentarse.
Los private equity están acostumbrados a dotar a las empresas de sólidos procesos centrados en el crecimiento y cuentan con una experiencia y bagaje internacional como pocos profesionales de la economía. Su enorme capacidad para gestionar de manera eficiente y su experiencia y vocación para desarrollar negocios fuera de nuestras fronteras son dos pilares en los que basar el inicio de un nuevo ciclo.
Esto confluye con una tendencia que es clara y es el protagonismo que acaparan dos procesos en la agenda de los ejecutivos españoles: la internacionalización y la concentración de empresas.
El 90% de los empresarios españoles encuestados por Deloitte en su último Barómetro de empresas concluye que las exportaciones aumentarán o por lo menos permanecerán estables, favoreciendo la internacionalización de las empresas españolas durante este año. En ese sentido, la preparación internacional, la experiencia y la capacidad de adaptación de los gestores de private equity para operar en mercados menos conocidos hacen de estos profesionales una fuente a la que acudir para maximizar el valor de las operaciones y consolidar los negocios de sus participadas.
Por otra parte, respecto a la concentración de empresas, otro proceso complejo donde el private equity tiene un largo recorrido, el 70% de las compañías españolas, a pesar del actual entorno en el que reina un difícil acceso a la financiación, tienen en cuenta la vía de adquisiciones como alternativa de crecimiento.
Los aspectos más valorados por las principales compañías españolas en estos procesos de concentración son las potenciales sinergias que se pueden obtener con la compañía adquirida, la localización de la empresa objetivo y la rentabilidad de la operación. Objetivos, todos ellos, a los que el capital riesgo ha sabido dar siempre una respuesta eficiente.
Es de sobra conocido por todos los profesionales que intervienen en este sector (y por las empresas participadas por el capital riesgo) que esta es una actividad que solo tiene sentido si genera valor y que está lo suficientemente madura en España como para poder detectar oportunidades donde seguir creciendo y superar los obstáculos que en estos últimos años han surgido.
Y, hoy por hoy, cualquiera que pueda aportar valor a un proyecto con fundamentos sólidos debería ser bienvenido, en un momento en el que quien haga sus deberes se convertirá probablemente en una entidad mucho más resistente y capacitada para acometer con fuerza la senda de la recuperación. Por ello resulta complicado vislumbrar un declive o final de esta actividad. Una adaptación adecuada a un entorno ya conocido parece lo más razonable.
Juan Ramón Rodríguez Larraz. Socio de Transacciones Corporativas de Deloitte