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El foco
Tribuna
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El papel del sistema financiero

El autor reflexiona sobre la importancia de la banca en la economía de libre mercado, así como sobre la necesidad de que el sector afronte la pérdida de confianza que padece desde el inicio de la crisis.

La importancia de un sistema financiero y la función de los bancos para la prosperidad de los países ha sido aceptada desde hace tiempo en el análisis económico. Resultan fundamentales para la evolución general de una economía, siendo su misión realizar una eficaz asignación de los recursos económicos, lograr tanto la estabilidad monetaria como financiera y proporcionar una seguridad máxima en los sistemas de pago. Los bancos desempeñan un papel central dentro de las instituciones que conforman el sistema financiero, por ello su alta participación e influencia en la actividad económica de los países. Los bancos cumplen una función muy específica en la economía de libre mercado, como es actuar de intermediarios financieros entre ofertantes y demandantes de fondos. Por un lado, tienen la capacidad de estimular y recibir el ahorro de una sociedad, y por otro, distribuirlo entre los agentes económicos que lo necesitan para llevar a cabo sus actividades de consumo e inversión.

En este contexto, la mayoría de sus operaciones se encuentran relacionadas con la asignación eficiente de los recursos que captan, función esencial para el funcionamiento de la economía productiva y, por consiguiente, para el propio desarrollo económico de los países. En países que no cuentan con fuentes alternativas de financiamiento, el sector bancario puede determinar y alterar la trayectoria del progreso económico, sobre todo mediante el proceso de intermediación financiera. Los bancos, como intermediadores financieros, adquieren altas responsabilidades, pues deben realizar la distribución y asignación del crédito de la manera más eficiente, así como proteger los depósitos de ahorro en todas sus modalidades.

En este proceso de intermediación, financian la mayoría de sus préstamos con los depósitos que les son confiados, y en ocasiones necesitan apoyarse en altos niveles de apalancamiento. La naturaleza de esta operación implica transformar los activos, de tal manera que se corren varios riesgos simultáneamente. Al otorgar préstamos, afrontan lo que se conoce como riesgo crediticio (que no se recupere el crédito concedido en sus diferentes modalidades), riesgo de liquidez (vinculado a las diferencias de vencimientos entre los pasivos y los activos), riesgo de tasas de interés y otros que surgen del mercado (riesgos relacionados con la fluctuación de precios fundamentales como el tipo de cambio). La combinación de estos riesgos imprime una fragilidad inherente a la actividad bancaria que se ve exacerbada por desequilibrios macroeconómicos globales

Desde estas consideraciones podemos decir que un sistema financiero es un todo estructurado, compuesto por un conjunto de instituciones, activos, mercados y técnicas específicas cuyo objetivo principal es el de canalizar el ahorro desde las unidades económicas con superávit hacia aquellas unidades que tienen déficit. Dentro del sistema financiero podemos definir sencillamente a los bancos como una institución de intermediación financiera cuyas principales operaciones consisten en recibir depósitos de los ahorradores y, por otro, otorgar préstamos o créditos a los demandantes, es decir, a los agentes económicos.

Si la buena salud de los bancos se resiente, la función que realizan como intermediarios financieros también lo hace y todo el funcionamiento de la economía lo acusa, esto es precisamente lo que acontece desde el estallido de la crisis financiera de las subprimes en EE UU (agosto de 2007), que además ha provocado una preocupante pérdida de confianza en el sector.

Cómo restablecerla es el gran reto que demandan los nuevos tiempos, y de ello son muy conscientes los banqueros, quienes deben trabajar al unísono para restablecerla con la máxima celeridad. Entre otros, así lo expresa el consejero delegado del grupo Barclays, Bob Diamond, en su artículo: Los bancos deben ser buenos ciudadanos (Negocios, 6-11-2011). "Poco tiempo después del estallido de la crisis financiera en 2008, durante una reunión en EE UU, un asesor económico de la Casa Blanca me preguntó: '¿Crees que los bancos pueden ser buenos ciudadanos?'. Cuando iba a contestarle que sí, me interrumpió: 'Si tu respuesta es sí, piensa que nadie va a creerte'. Su comentario me hizo reflexionar. He pensado mucho en estos últimos tres años sobre lo que me dijo".

Necesitamos de estas y otras reflexiones para que las decisiones sean certeras. Por ello, ahora más que nunca, nuestros banqueros, que tanto prestigio internacional han cosechado durante las últimas décadas, deben emplearse a fondo, primero para resolver la situación de sus entidades, que pasan por una situación compleja y en ocasiones crítica, y segundo, por encontrarse envueltos en plena reestructuración y transformación del sistema bancario español que realmente es necesaria.

Como dice Bob Diamond de manera clara y sencilla: "El sector privado tiene la obligación de ser el motor del crecimiento y de la creación de empleo y los bancos tienen un papel vital en esta tarea". Paralelamente, también necesitamos que nuestros banqueros trabajen para restablecer su reputación corporativa, algo que la crisis ha socavado sin descanso, dejando al descubierto prácticas, debilidades y maneras que habrá que desechar sin posibles coartadas, para que su reputación cambie de tendencia y corra hacia arriba y no más hacia abajo. La sociedad que les confía sus ahorros y los agentes económicos que confían en la eficiencia de su asignación y distribución necesitan urgentemente que su función de intermediarios financieros salga fortalecida en beneficio de todas las partes interesadas y que la sociabilidad como nueva guía de sus actividades y negocios abarque a la sociedad en su conjunto.

Definitivamente, deben transformarse desde una sociabilidad nada retórica hacia el mayor número de clientes y de personas, haciendo el mayor bien posible. Una sociabilidad definitivamente más humana, que despliegue una proximidad más allá de sus relaciones tradicionales con los stakeholders, para extenderse al conjunto de la sociedad en sus múltiples variaciones socioeconómicas y culturales, que sin duda les hará ser buenos ciudadanos.

Pero que no se confundan, en esta ocasión no significa perfeccionar la operativa haciéndola más amigable y próxima a los clientes, ni tan siquiera ofrecerles menores costes, que también, claro que sí, sino que se trata de algo más profundo e intenso, que afecta más a la filosofía que a la estrategia. Como lo expresa clara y sencillamente Bob Diamond, "sus intereses deben ser los de sus clientes y las comunidades a las que sirven". Es decir, si pretenden ser buenos ciudadanos, deben servir a los clientes, las comunidades y a la sociedad en su conjunto desde una sociabilidad más humana, que es lo que prevalecerá en el siglo XXI.

Ramón Casilda Béjar. Exdirectivo bancario, Profesor del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Alcalá

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