Un minijob en Laponia
La prestación por desempleo es un derecho generado por los cotizantes mientras están en activo, para hacer uso de él en el caso de pérdida involuntaria del empleo y si concurre imposibilidad absoluta para disponer de otro trabajo. Es un sistema razonablemente generoso en términos comparados, aunque no perfecto, y está demostrado que residualmente desincentiva la búsqueda de empleo. Es, además, parte del entramado de costes laborales que soporta una economía, y, como con los salarios, las cotizaciones o el despido, debería flexibilizarse para dinamizar el mercado.
Pero flexibilizar es una cosa, y otra muy distinta deteriorar hasta los niveles que ha insinuado el presidente de la Comisión de Economía de la CEOE, José Luis Feito, cuando decía que en los países nórdicos te podían retirar la prestación por el simple hecho de rechazar una oferta de empleo, aunque fuese en Laponia. Hombre: una oferta mal remunerada, un minijob, para un trabajo que no tenga nada que ver con tus habilidades laborales, y en los hielos de Laponia, ... no es exactamente un buen empleo. Es cierto que es una alternativa al desempleo remunerado, pero no necesariamente un buen empleo.
Pero si la oferta facilitada por los servicios de empleo públicos es coherente con la formación del desempleado, y su remuneración es similar a la del resto de personas que realizan ese trabajo, debería aceptarse. En España estamos muy lejos de este tipo de exigencias con los perceptores del seguro de paro, puesto que se pueden rechazar hasta dos ofertas de empleo adecuadas, sin que suponga la pérdida de la prestación. Parece exagerado. La prestación es dinero público, por mucho que el trabajador (y su empresa) haya aportado sus cotizaciones mientras trabajaba.
En el año 2002 el Gobierno planteó una reforma de los mecanismos de protección por desempleo en los que permitía la retirada de la protección si había una oferta adecuada a menos de 50 kilómetros del lugar de residencia, una distancia que hoy hacen miles, por no decir millones, de españoles para ir a trabajar cada día, y muchas veces tragándose unos atascos descomunales. Pero tal reforma fue retitrada por el Gobierno (Aznar) porque los sindicatos, en un ejemplo más de su gran compromiso con los parados que no estaban dispuestos a aceptar cualquier cosa para dejar el seguro, hicieron media huelga general.
Desde luego que hoy es muy complicado detectar si hay bolsas de parados cómodos en el desempleo, porque la situación del mercado laboral es de inanición. Pero es un aspecto que hay que vigilar y corregir, entre otras cosas porque la situación fiscal del Estado es muy delicada, y no se puede gastar, ni en desempleo siquiera, más dinero del debido. Debe protegerse a los desempleados, pero destinando la renta que perciben a contrapartidas formativas de forma casi general. Es la única fórma de convertir en políticas activas las pasivas de la protección.
En el pasado, con fuerte crecimiento del empleo siempre han habido cientos de miles de personas en el desempleo remunerado, que rotaban a conveniencia con el empleo, muchas veces precario, aunque lo suficientemente remunerado como para realimentar la cotización. Hoy no ocurre tal cosa, pero cuando la situación mejore, podría reaparecer tal posibilidad, que, hoy por hoy, no es financiable, y desde luego incompatible con un incremento general de los esfuerzos fiscales de los españoles.