Google y el lado oscuro
Google, como tantas otras empresas tecnológicas, surgió en un garaje. Sergey Brin y Larry Page habían dejado la Universidad de Standford y habían alquilado un local por 1.700 dólares mensuales. Tenían un lema, "Don't be evil" ("no seas malo"), y una gran idea: poner orden en la imnensidad de internet. Jamás volvieron a la facultad.
Trece años después, el buscador más visitado del mundo vale en Bolsa 184.000 millones de dólares, tiene 30.000 empleados y decepciona a los inversores por ganar en un trimestre 2.170 millones. Tiene una buena imagen pública, la prensa económica la considera la mejor empresa para trabajar en Estados Unidos y vende una imagen de brillantez y éxito. Sus productos funcionan (Google, Google Maps, Youtube, Gmail...) y, además, la historia tiene elementos suficientes para construir un relato romántico. El de dos jóvenes idealistas que utilizaron su talento para crear un "imperio" que ofrece a su plantilla servicios gratuitos de lavandería, masajes y peluquería. Los empleados pueden ir hasta con el perro al trabajo. Y los dueños, millonarios, proclaman que el buscador hace del mundo un "lugar mejor". ¿Demasiado bonito, no?
Alejandro Suárez Sánchez Ocaña (Madrid, 1963) demuestra en el libro Desnudando a Google (Deusto, 2012) que sí, que la historia es demasiado bonita, y que, como casi todas, tiene un lado oscuro. El autor e inversor cuenta cómo estos dos ingenieros con ganas de cambiar el mundo han acabado por construir "un monopolio" que acumula demasiado poder. Google utiliza como "cebo" sus servicios y pesca información personal que luego comercializa.
"Google sabe tu nombre, edad, sexo, dónde vives y veraneas", escribe Suárez Sánchez-Ocaña. "Incluso tiene la fotografía de tu casa. Google te rastrea con fines publicitarios y almacena tus correos y tu agenda. Reconócelo. Google lo es todo. Google lo sabe todo. Google sabe más de ti que de tu propia pareja".
El autor recuerda que el buscador ha tenido problemas con agencias de protección de datos de "multitud de países", como Canadá, Irlanda, Reino Unido, Italia, Alemania, Nueva Zelanda, España, Francia, Países Bajos... Y, para violar aun más el mensaje original de la empresa, la firma utiliza prácticas "no ilegales", pero, cuanto menos "alegales", cuando opera fuera de Estados Unidos. "Su tributación fuera de su país es del 2,4%", recuerda Suárez Sánchez-Ocaña. "Es la más baja del sector.".
¿Cómo lo hace? El libro sigue el rastro del dinero. "Google tiene su matriz en EE UU y una filial en Europa", escribe el inversor, que se apoya en datos de una investigación de la agencia Bloomberg. El buscador deriva "casi toda" su facturación en la UE a Irlanda, donde las multinacionales pagan un impuesto de sociedades del 12,5%, frente al 20 y el 30% de la mayoría de los países europeos. "Pero el objetivo no es ese. Google no se conforma", añade el escritor. El dinero vuela de Irlanda a Países Bajos, y de ahí a las islas Bermudas, paraíso fiscal exento de tibutación. De esta forma, "aprovechando una ley irlandesa que exime algunos pagos de derechos en otros países de la UE", Google apenas tributa el 1% de sus ingresos.