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La paciencia de Angela

"Nada envileció tanto la conciencia de los alemanes

en los años veinte como la hiperinflación que devoraba

sus ahorros y humillaba sus esfuerzos ante el resto de

potencias europeas". Stefan Zweig, en "El mundo de ayer"

La canciller alemana sigue diciendo calculadamente "no" a todo aquello que suponga esfuerzos presupuestarios de los contribuyentes germanos para arreglar las deficiencias del euro, hasta que vayan acompañados, de forma explícita y jurídicamente plasmados en los tratados, por sacrificios de los países con problemas de financiación. Merkel dirá "sí" a una ampliación del fonde de rescate, a las compras disuasorias de deuda por parte del BCE e incluso a los eurobonos, si logra maniatar las cuentas de los demas, y con ellas sus inclinaciones naturales al gasto excesivo.

Las normas que regirán el área euro supondrán reglas muy estrictas para los países en materia presupuestaria, unificación de criterios impositivos que afectan a los agentes económicos que compiten en el mercado, y un mecanismos de gobernanza económica más ejecutivo, con capacidad de sanción a quienes experimenten desviaciones. Si tal cosa se logra, Merkel considera que no será en absoluto necesario emitir eurobonos, puesto que los diferenciales en la deuda se estrecharán hasta los niveles de los primeros años del siglo.

Fundamental ha sido en el cambio de actitud de la canciller acerca de la participación privada en los rescates el papel de Mario Draghi. Este italiano romano germanizado ha convencido a Alemania y Francia de que tal posibilidad genera desconfianza en el sistema financiero e irradia los efectos de la crisis más allá de los problemas de los Tesoros.

En el sur de Europa ha hecho fortuna una actitud de crítica permanente a las posiciones de firmeza de Alemania. Pero para entender sus rigores hay que colocarse en su lugar, y comprender cómo interpretan ellos la historia, sobre todo la convulsa historia del siglo XX, en el que dos guerras dilucidaron las diferencias con un saldo de millones de muertos y vuelta a empezar con la reconstrucción del continente más próspero económica y socialmente del globo.

Y muy buena parte de la responsabilidad de los conflictos, incluso los bélicos, corrió por parte de desaciertos monumentales en la gestión de la economía y en la gestión de las reparaciones de guerra. No se entiende la posición de firmeza alemana sin echar un vistazo a sus años veinte del siglo pasado, a su periodo de hiperinflación, que cebó como ninguna otra circunstancia el nacionalismo alemán, el ascenso del nacismo y la Segunda Guerra. "Nada envileció tanto la conciencia de los alemanes en los años veinte como una hiperinflación que devoraba sus ahorros y humillaba sus esfuerzos ante el resto de potencias europeas". Esta es una apreciación de Stefan Zweig, el primer gran europeista, en su libro de obligada lectura, ahora más que nunca, "El mundo de ayer", que detalla la zozobra europea en las primeras décadas del siglo con una agudeza magistral.

Una compra masiva de bonos popr parte del BCE, que podría ser necesaria como medida de emergencia hasta que Europa retorne al crecimiento y logre parar su endeudamiento, no deja de ser una expansión cuantitativa en toda regla que terminará volviéndose contra la estabilidad de la moneda en forma de inflación, con el consiguiente riesgo de paralización del crecimiento si debe ser corregida con política monetaria estrcita después. Ahí radica el temor alemán a la compra de bonos si no está antes bien garantizada la austeridad fiscal: de palabra, de hechos y de normas.

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