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Tribuna
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El peligro de jugar sin portero

Hubo un tiempo, antes de que España ganara campeonatos mundiales, en que Brasil dominaba con suficiencia el fútbol internacional. Contaba con los mejores jugadores del planeta en todas las posiciones excepto en la de portero. Los porteros brasileños tenían una tendencia al bel canto que hacía encajar goles innecesarios a su selección nacional. Tanto es así, que se decía que los brasileños eran tan buenos que ganaban hasta jugando sin portero.

En el campo económico actual parece que la Unión Europea ha decidido copiar esa estrategia renunciando, entre otras cosas, a contar con un prestamista de último recurso. De momento los resultados de dicha estrategia han sido manifiestamente mejorables. Es verdad que la plantilla es buena, sobre todo cuando juega como un equipo unido, pero tampoco anda tan sobrada para ganar los partidos cuando todos los rivales juegan con portero y ellos no.

¿Cómo es posible que el equipo de la Unión Europea haya adoptado esta disposición táctica tan nociva para sus intereses? Todo comenzó cuando tras un buen inicio del campeonato surgieron los primeros contratiempos serios en forma de derrotas. La estrella del equipo, el defensa central Markel, achacó las derrotas al nulo espíritu de sacrificio y compromiso con el equipo de los delanteros, que no bajaban a defender. En un principio, sus críticas se centraron en Partenón, el escurridizo extremo izquierdo, que nunca cubría los huecos que dejaba a su espalda, pero según se acumularon las derrotas, el malestar de Markel se amplió al resto de los jugadores de ataque a los que culpaba del sobreesfuerzo que tenían que realizar los componentes defensivos del equipo.

Hay que recordar que, a diferencia del resto de los equipos, otra peculiaridad del equipo de la Unión Europea es que no dispone de entrenador y las decisiones se toman por una especie de consenso entre los miembros de su plantilla. Dentro de la plantilla, bien es cierto, hay jugadores con mayor peso específico como Markel que, con el apoyo del resto de los defensas y la timorata actitud de la otra estrella del equipo, el mediocentro Fromage, impuso la obligación de jugar sin portero. Ante los malos resultados y las súplicas por parte de la delantera para colocar un portero bajo palos, Markel les respondía que primero se preocuparan por defender y que si lo hicieran no haría falta el portero.

Estamos en el descanso del partido más crucial de la temporada, la Unión Europea está perdiendo. Los delanteros que están tratando de defender todo lo que no hicieron en partidos anteriores están exhaustos y no pueden más. Fromage -la otra estrella del equipo- ha perdido su brillo y parece un jugador ramplón que persigue sombras en el centro del campo. Solo Markel está destacando en defensa con su solidez y contundencia en el corte. La goleada parece segura salvo que salga al terreno de juego Becer, lo más parecido a un portero disponible en el plantel.

¿Será el momento de poner un portero ahora que ha quedado claro que este equipo solo cuenta con una gran estrella? ¿Cederá Markel a las presiones antes de que el resultado sea irreversible?

Desgraciadamente, nos estamos jugando mucho más que perder un partido de fútbol. Es necesario ir más allá de acuerdos bilaterales, por más que se trate del núcleo duro franco-alemán. Europa necesita una gobernanza clara que mire por el bien común y que permita un equilibrio de los intereses de los diferentes países. El proyecto europeo tiene que ser atractivo para cada uno de los Estados miembros y respetuoso con los principios democráticos o no será. La Unión Monetaria exige que todos los países se comprometan con el equilibrio presupuestario a lo largo del ciclo económico. Dicho compromiso solidario incondicional de los Estados ha de ser la base para definir una política común creíble que pueda ser comunicada a los mercados.

Todas estas palancas necesarias exigen un nuevo papel del Banco Central Europeo -más como portero que como árbitro- y de la Comisión Europea -el entrenador-. Incluso puede requerir una dejación de competencias de los Estados respecto a la política económica -que lo harán por su propio interés a largo plazo-, pero no a favor del Estado más fuerte sino de la Unión Europea representada por los organismos mencionados. Porque, igual que sucede en cualquier equipo -de deportistas, de profesionales…-, mejores resultados que el castigo los tiene la motivación que implica el propio crecimiento.

La pregunta no es saber cuánto tiempo va a aguantar la Unión Europea sin alinear un portero o -si me apuran- sin nombrar entrenador. La pregunta consiste en saber si somos un equipo o no.

Carlos Trevijano. Socio de estrategia y operaciones de KPMG en España

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