La tarea que nos aguarda en Durban
Hace un año comenzaron en Cancún, en medio del pesimismo, las negociaciones de la ONU sobre el cambio climático. Tras la desilusión de Copenhague, parecía que hasta los principios de la misma negociación internacional se estaban cuestionando.
Las expectativas no eran alentadoras, pero de esta acritud surgió un consenso nuevo. Por primera vez, el mundo se ponía de acuerdo en mantener el calentamiento global por debajo de los 2 grados.
Esto es significativo. El mundo no se pone de acuerdo con frecuencia. Solo existen un puñado de acuerdos y solo una organización verdaderamente global. La semana que viene, las Naciones Unidas fijarán la siguiente ronda de conversaciones sobre un tratado internacional del clima.
Desafortunadamente, para muchos países esto llega en un momento difícil. Europa se enfrenta a una crisis monetaria de proporciones constitucionales. Estados Unidos se preocupa por el empleo y el crecimiento. Oriente Medio y África del Norte están sumidos en cuestiones de reforma política.
El año pasado nos centramos en mantener el tema sobre la mesa: mientras se siga hablando de ello, seguirán existiendo opciones. Pero el tiempo se acaba. O reducimos las emisiones globales antes del año 2020 o nos tendremos que enfrentar a unas terribles consecuencias.
En Cancún comenzamos a implementar una arquitectura global para monitorizar las emisiones y dar apoyo a los países en desarrollo para que aborden el cambio climático. Pero una pregunta quedó sin respuesta: ¿hacia dónde se dirigen las conversaciones internacionales? ¿Habrá acuerdo común o solo compromisos voluntarios?
Mi respuesta es simple: Reino Unido continúa siendo un firme partidario de llegar a un acuerdo que sea jurídicamente vinculante en conformidad con la ONU. Dado el clima actual, esto no va a pasar de forma inmediata, pero sí que podemos dar una clara señal que indique que este es nuestro objetivo.
Ya existe un acuerdo jurídicamente vinculante: el Protocolo de Kioto. El primer periodo del mismo finaliza el año que viene y la Unión Europea ha sobrepasado su objetivo. Sin embargo, Japón, Rusia y Canadá han dicho que no participarán en el segundo.
Si solo participa la UE, manteniéndose Estados Unidos o las economías emergentes al margen, no habremos avanzado. La UE es responsable únicamente de un 12% de las emisiones a nivel mundial, mientras que la cifra del resto es mucho más elevada.
Necesitamos que las principales economías se comprometan ahora a un marco jurídico exhaustivo y que las negociaciones concluyan antes de 2015. Pero no solo somos nosotros los que queremos esto; así lo quiere también la mayor parte del mundo en vías de desarrollo, sobre todo los países más pobres.
Es por esto que, junto al resto de la UE, he dejado claro que insistiré para conseguir que se adopte un segundo periodo de compromiso de Kioto. Pero los demás han de comprometerse a lograr el marco jurídico global que necesita el mundo.
Kioto proporciona una base para establecer las normas necesarias de gestión de un clima desestabilizador. Si algo hemos aprendido de la crisis financiera es que unas normas claras implementadas correctamente pueden prevenir la acumulación tóxica del riesgo. Por eso Durban no debe ser el final de Kioto, sino una señal para un nuevo compromiso.
Una encuesta reciente a empresas globales llegó a la conclusión de que el 83% de los líderes empresariales piensan que es necesario un acuerdo multilateral para abordar el cambio climático, pero tan solo un 18% pensaba que era probable que se adoptara. Las personas quieren que se haga algo. Los rezagados son los políticos.
Debemos mostrar una clara intención de comprometernos con un nuevo acuerdo, tomando medidas de inmediato. Las promesas que en estos momentos están sobre la mesa no son suficientes.
En Durban deberíamos acordar que hay que reducir las diferencias. Podemos identificar las acciones que se pueden tomar ahora y generar un impulso que nos lleve a revisar nuestra ambición. También podemos mejorar el sistema que utilizamos para medir la reducción de emisiones.
Debemos hacer más para ofrecer apoyo a los países en vías de desarrollo e instaurar el fondo verde. También debemos continuar trabajando para reducir las emisiones debidas a la deforestación.
Asimismo, debemos demostrar liderazgo. El año que viene insistiré en que se establezca un objetivo más ambicioso para la UE: una reducción del 30% de las emisiones. Con esto podremos ampliar nuestras miras a nivel global.
No va a ser un camino de rosas. Pero sí que creo que es la única forma viable de conseguir nuestros objetivos. Milton Friedman dijo que "nuestra función básica es mantener las buenas ideas con vida, hasta que lo que era políticamente imposible se convierta en algo políticamente inevitable". Parece una buena descripción de la labor que nos espera en Durban.
Chris Huhne. Ministro británico de Energía y Cambio Climático