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Columna
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Buscando a Angela

Mantener a Alemania feliz es la orden del día de la eurozona. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, se ha comprometido con las demandas de Berlín para que se adopten normas más estrictas y se consagren en los tratados de la UE. Las propuestas de la Comisión Europea sobre un eurobono común están cediendo ante la insistencia germana en la disciplina fiscal. Y el Ejecutivo de la UE ya está lanzando el proceso legislativo para implementar las reglas más estrictas de vigilancia fiscal, que acordaron recientemente los líderes de la unión monetaria. Así que si todo va según lo planeado, la eurozona no verá nunca más una crisis de deuda.

Eso deja la cuestión no tan nimia de cómo salir de la actual. Los rendimientos de los bonos de los Estados de la eurozona que tienen aún calificación triple A están aumentando. Los socios de Alemania piensan que la solución a la crisis vendrá de Berlín -y de lo que ofrecerán a cambio por su compromiso de no volver a pecar-.

La esperanza es que Angela Merkel sea más flexible en el corto plazo a cambio de mantener su opinión a largo. Podría reducir la oposición de su Gobierno a un papel mayor para el BCE. Eso no pondrá fin a la hostilidad del Bundesbank a la compra de bonos por parte del BCE. Tampoco dará lugar a que Mario Draghi tome decisiones solo porque los Gobiernos se lo dicen. Pero al menos disiparía el obstáculo político más serio para un papel más activo del banco central. La canciller alemana sabe que debe actuar pronto, aunque solo sea por interés propio. Se presentará a la reelección en 2013. Las actuales previsiones señalan que la economía de la eurozona crecerá apenas en 2012. Pero será difícil evitar una recesión si los rendimientos de los bonos de España, Italia e incluso Francia se mantienen en el nivel actual mucho tiempo. En algún momento determinado, Merkel tendrá que admitir, por el bien de su propio futuro político, que las promesas a largo plazo no son suficientes para convencer a los inversores de que el europánico no está justificado.

Por Pierre Briançon

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