Sobre el último Premio Nobel de Economía
La Real Academia Sueca de las Ciencias hace habitualmente un buen trabajo en los escritos que difunde simultáneamente con el anuncio de la concesión del Premio Nobel en Economía, y este año no ha sido una excepción. Pero quizá nadie mejor que los propios galardonados para explicar lo que consideran que son sus contribuciones. Por eso es recomendable ver y escuchar la conferencia de prensa que la Universidad de Princeton organizó con Tom Sargent y Chris Sims la mañana del anuncio (disponible en Youtube y también a través del blog Nada es Gratis, de Fedea).
Me gustaría destacar su insistencia en sus trabajos acerca de las diferentes implicaciones que tiene la interdependencia entre las políticas fiscal y monetaria. Ha sido tradicional, y todavía es un hecho bastante generalizado, analizar ambas por separado en los textos de Economía. También es singular que su enseñanza en las facultades de Economía se imparta asimismo por separado, e incluso se diseñaran en el pasado especialidades separadas sobre ambas materias, que se han mantenido en los nuevos planes de estudio.
Para comprender la relevancia de tal interdependencia, baste las frecuentes interpretaciones de la actual crisis de la deuda europea y de la dificultad de buscar soluciones al hecho de haber constituido una autoridad monetaria sin una autoridad fiscal, centralizando y unificando la política monetaria y manteniendo descentralizadas las políticas fiscales nacionales.
Otro importante aspecto, que los galardonados comparten con muchos otros colegas, algunos de los cuales han recibido el Premio Nobel en años anteriores, es la incorporación de la naturaleza intrínsecamente dinámica de las decisiones de los agentes económicos, así como del papel de las expectativas de estos acerca del futuro cuando toman sus decisiones.
Por decirlo simplemente, una reducción del impuesto sobre la compra de automóviles elevará su demanda si se espera que dicha reducción sea transitoria y vaya seguida de una recuperación del impuesto. Por el contrario, si los potenciales compradores esperan que posteriormente se introduzca un descenso adicional en el impuesto, la venta de automóviles no solo puede no aumentar, sino que podría ser inferior a la que se habría tenido sin el recorte impositivo.
Más allá de estas ideas, ambos laureados han insistido en sus trabajos en el modo en que las expectativas de los agentes privados, consumidores y empresas, condicionan e influyen sobre el diseño de política económica, tanto fiscal como monetaria.
Sería erróneo incurrir en una de las habituales trivializaciones de los conceptos económicos, para afirmar que el galardón de este año vuelve a premiar a la escuela de las expectativas racionales, o a una economía de corte conservador, o que ignora los graves problemas económicos que vivimos, o que es un desprecio a las doctrinas keynesianas. Tales afirmaciones serían todas erróneas.
La racionalidad de expectativas no debe considerarse por sí sola una escuela de pensamiento. Hace que los modelos económicos incorporen consumidores y empresas que forman expectativas utilizando la información de que disponen. En ocasiones se dice que esto implica que no cometen errores o que disponen de toda la información acerca de la economía o incluso que conocen el futuro. Nuevamente, tales afirmaciones son incorrectas.
Tom Sargent y Chris Sims no son precisamente dogmáticos, y en varias ocasiones han escrito trabajos contradiciendo puntos de vista de sus propios trabajos anteriores. Y como se mencionó en la rueda de prensa, ambos llevan años trabajando con modelos económicos en los que consumidores y empresas no son completamente racionales. El posible antagonismo con posiciones keynesianas solo puede justificarse desde una trivialización engañosa del propio Keynes.
Como bien expone su biógrafo, Robert Skidelsky (Keynes, The Return of the Master, 2009), Keynes no proponía la elevación indiscriminada del gasto o los impuestos, alertando a los Gobiernos de no detraer de la economía más del 25% de su flujo de renta. Insistía además en la conveniencia de no poner en marcha políticas expansivas, aunque se considerasen necesarias, si con ello se frustraban las expectativas de los empresarios en un determinado momento, truncando así sus proyectos de inversión.
Como Skidelsky explica, el aspecto central en la teoría de Keynes es la existencia de incertidumbre irreducible acerca del futuro, y la necesidad de incorporar convenientemente esta cuestión en los modelos utilizables para el diseño de política económica. Precisamente esta es una de las principales contribuciones de Tom Sargent y Chris Sims.
No puedo finalizar sin explicitar la fortuna que tuve de ser durante dos cursos el ayudante de investigación del profesor Sims, mi director de tesis en la Universidad de Minnesota, así como de haber recibido mis primeros cursos de Macroeconomía de Tom Sargent, lo que me permitió conocer de cerca la enorme generosidad personal e intelectual de ambos.
Alfonso Novales. Real Academia de Ciencias Morales y Políticas