El G-20 pierde la paciencia con el euro
Mucho ojo con las iniciativas ambiciosas porque en tiempo de crisis pueden volverse contra sus impulsores. Lo está comprobando el Gobierno de Rodríguez Zapatero, que en junio del año pasado forzó la realización de pruebas de esfuerzo en el sector bancario europeo y se siente ahora amenazado por unos nuevos test que pretenden forzar la recapitalización de varias entidades, algunas de ellas, probablemente, españolas.
El mismo efecto bumerán está sufriendo la Unión Europea en el seno del G-20. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, lanzó ese foro en 2008 para poner orden en el sistema financiero mundial y, en particular, en el estadounidense. Pero las reuniones de los 20 países industrializados y emergentes ya no se ocupan de la intoxicación financiera provocada por EE UU, sino casi en exclusiva de la interminable crisis de la zona euro.
La mayoría de los ministros de Economía y Finanzas del G-20, reunidos el pasado viernes y sábado en París, expresaron su disgusto e impaciencia con la gestión europea de una crisis que amenaza en convertir la fogata griega en un devastador incendio mundial.
"El G-20 es solidario pero las soluciones están en manos de los europeos", urgió el ministro brasileño de Finanzas, Guido Mantega. Brasil, como otros países emergentes, observan con especial preocupación la incapacidad de la zona euro para zanjar su crisis de deuda soberana. Una crisis a la que hasta hace poco parecían inmunes, pero que según advirtió en París la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, "está en camino de afectar a los países emergentes".
El comunicado final de los ministros en París alerta sobre "el riesgo de un deterioro importante de la economía mundial" y reclama "respuestas decididas para restaurar la confianza, la estabilidad financiera y el crecimiento". Cabe imaginar que al redactar ese párrafo, los cinco países europeos del G-20 (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y UE), así como el invitado europeo permanente (España) debieron sentir la mirada acuciante de los otros 15 miembros.
La zona euro solo pudo comprometerse a zanjar de una vez por todas la crisis griega antes de la próxima cita del G-20 al máximo nivel en Cannes (3 y 4 de noviembre). Sarkozy quiere convertir ese encuentro en un hito mundial en la batalla por recuperar el crecimiento, como hizo el primer ministro Gordon Brown, en 2009, cuando el G-20 anunció en Londres una inyección de capital público en la economía de un billón de dólares. "Fue el mayor programa de impulso económico aprobado nunca", ha recordado Brown un su reciente obra Beyond the crash. "Aquella noche del 2 de abril de 2009", añade el ex primer ministro británico, "nuestra rueda de prensa final tuvo una audiencia televisa de 1.000 millones de personas en todo el mundo".
Sarkozy, que en 2012 tiene cita con las urnas, quiere darse en Cannes un baño de popularidad de esa misma magnitud. Pero sabe que Europa ya no acude a la reunión a dar lecciones sino explicaciones.
Domingo clave
Y las explicaciones solo convencerán a los miembros del G-20 si la zona euro pacta el próximo domingo en Bruselas la drástica intervención que se viene retrasando desde hace año y medio. La cumbre europea del día 23 (que debía haberse celebrado pero se ha retrasado casi una semana para facilitar las negociaciones) intentará cerrar los tres frentes abiertos en la Unión Monetaria: Grecia, sector bancario y deuda pública.
En el frente griego, los socios del euro quieren que los acreedores privados de Atenas acepten un quita de la deuda superior al 21% pactado el pasado 23 de julio.
En el sector financiero, la cumbre del domingo espera zanjar las dudas sobre la fortaleza de los principales bancos europeos obligándoles a elevar temporalmente sus recursos propios (hasta un 9% de capital).
Y por si acaso ambos planes, rescate de Grecia y recapitalización, se van de las manos, los líderes europeos quieren pactar el apalancamiento del fondo de rescate de la zona euro para multiplicar por tres o cuatro su actual capacidad de intervención (440.000 millones de euros).