Europa resistirá, pero de otra manera
Todos los miembros del G-20 no europeos, incluído Reino Unido, identifican a Europa como el problema para la recuperación mundial. La acumulación de deuda pública y el riesgo de convertir en pública la privada en algunos países, atenaza al sistema bancario y puede estallar una crisis de crédito global. El supuesto riesgo de desaparición del proyecto monetario europeo existe, pero no cristalizará. Pero Europa no podrá mantener eternamente los privilegios que su sistema económico y social proporciona a la ciudadanía.
Ese es el auténtico debate de fondo. La mutación de las fuentes de generación de riqueza en el mundo y su reparto están sometiendo a Europa y sus privilegios a una prueba de resistencia definitiva. Lógicamente a ello se suma el alambicado, complicado y lentísimo mecanismo de toma de decisiones europeo, que tiene que enfrentarse a la vecolidad de neutrinos de los mercados financieros, sus decisiones y sus cambio de humor. Pero la cuestión final es si Europa puede mantener los estándares de riqueza y protección actuales, y que son un símbolo en todo el mundo.
Las abultadas deudas de los países miembros de la Unión Europea no son sino un reflejo del recurso sistemático al dinero público para cubrir deficiencias del sector privado, así como el empeño tradicional europeo de mantener altos estándares de protección social, tanto de las situaciones de desempleo, como de la asistencia sanitaria, la educación o la vejez. Si la acción selectiva de los mercados empieza a cuestionar la financiación a Europa, no le quedará otro remedio a sus gobiernos que repensar sus modelos de protección, mayoritariamente basados en financiación pública y con cargo a los contribuyenmtes.
A fin de cuentas, el debate económico desde la Segunda Guerra Mundial siempre ha guirado entorno al modelo de sociedad a uno y otro lado del Atlántico, y en la forma de financiarlo, y en el que Estados Unidos casi siempre ha resultado ganador por disponer de mecanismos más rápidos para solucionar sus crisis. Mientras Europa ha construido un mecanismo de unidad monetaria cuyas decisiones políticas retardan las soluciones (aunque terminará siendo ágil cuando esté completamente construido y revisado), Estados Unidos tiene unificado el mando de su economía, y dispone de un Banco Central sin ningún complejo ni atadura estatutaria.
Pero este mecanismo de rapidez de actuación lo practica en todos los órdenes de gestión, desde el mercado de trabajo hasta la constitución de empresas y la defensa de los emprendedores y la asunción del riesgo personal, algo que en Europa, y en España desde luego, se echa mucho de menos.
En todo caso, si Europa pone en marcha mecanismos rápidos de actuación y mantiene el ejercicio de disciplina fiscal que consagra el euro, recuperará la confianza, fortalecerá su sistema financiero y terminará salvando muy buena parte de su idiosincracia económica y social, precisamente la que hace de la vieja Europa la zona que concentra los mejores estándares de nivel de vida del mundo.