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Tribuna
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Todos podemos cambiar

Bienvenidos de vuelta, tras unas vacaciones que espero hayan sido felices! Si lo han sido, no habrá sido seguramente por el tiempo, sino más bien a su pesar. Según los partes meteorológicos, este verano ha vuelto a romper varias plusmarcas de clima raro, con un tiempo cada vez más extremo e inestable debido al calentamiento de la Tierra. Mientras que los habitantes de Escocia, los Países Bajos, Dinamarca y Bélgica se han encontrado con carreteras cortadas y con sus sótanos inundados por las lluvias excepcionales, varios países de la Europa central y suroriental han declarado alertas por el calor.

Por ejemplo, España ha sufrido una ola de calor nunca vista en la segunda quincena de agosto. Se alcanzaron los 42 grados en gran parte de Andalucía, entre 38 y 39 grados en zonas de Castilla-La Mancha, 38 en Madrid y entre 39 y 40 grados en zonas del valle del Ebro.

Todos sabemos que un fenómeno climático aislado no se puede achacar al calentamiento de la Tierra, pero es que no se trata de fenómenos aislados. Al contrario, obedecen a un patrón señalado por los científicos desde hace años: temperaturas cada vez más extremas y fenómenos climáticos provocados por un calentamiento general de la atmósfera.

A propósito, el patrón va más allá de las fronteras europeas. En Estados Unidos, la cosecha de trigo corre peligro por la sequía y el calor extremo, Japón ha registrado el mes de agosto más húmedo de su historia, varias regiones centrales de China han sufrido la peor sequía en 50 años, el Cuerno de África, India, México…: la lista continúa.

¿No da que pensar que tantos sigan desdeñando con facilidad esos avisos? Con el cambio climático pasa algo parecido a lo que ocurre con la lotería, en que apostamos el dinero que tanto trabajo nos cuesta ganar para conseguir el premio gordo, sin importarnos que la probabilidad de que nos toque sea tan baja. En ambos casos olvidamos de buena gana lo que nos dicta el sentido común.

Una razón de ello puede ser que está muy arraigado tanto en nuestra mente como en nuestra lengua clasificar estos fenómenos como catástrofes naturales. No lo son y ya va siendo hora de llamarlos por su nombre. Se trata de catástrofes ligadas a la civilización, en el sentido de que son obra humana, ya que su causa hay que buscarla en nuestro modo de vida, de producción y de consumo.

Estamos trabajando con ahínco en la Unión Europea para hacer frente al cambio climático, atajando las emisiones de gases que afectan al clima e invirtiendo en tecnologías más limpias y respetuosas con el clima. En la propuesta de presupuesto presentada hace poco, la Comisión aboga por que un mínimo del 20% del dinero de los ciudadanos en el periodo comprendido entre los años 2014 y 2020 se destine al gasto relacionado con el clima.

También estamos trabajando en una estrategia sobre la manera de coordinar nuestros esfuerzos de adaptación y de crear una sociedad más resistente a los efectos del cambio climático.

Pero, en definitiva, esto depende de todos y cada uno de nosotros. Todos necesitamos considerar nuestras costumbres y tomar la iniciativa en nuestras decisiones, cuando compramos un automóvil nuevo, cuando vamos a la compra, cuando elegimos nuestro destino vacacional, cuando renovamos nuestras viviendas. De hecho, esta es la parte positiva del hecho de que el cambio climático sea un fenómeno de civilización, que podemos cambiarlo.

Connie Hedegaard. Comisaria europea de Acción por el Clima

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