La UE debe revisar sus recetas contra la crisis
Para bien o para mal, seguimos educando a Europa", ironiza Mark Twain en sus memorias, al tiempo que recuerda algunas exportaciones americanas perjudiciales para el Viejo Continente, como la prensa amarilla o las pólizas de seguros con cláusulas leoninas. Un siglo después, y mientras Europa todavía sufre las consecuencia del último virus importado del Nuevo Mundo (la crisis financiera), los compatriotas de Twain siguen intentando aleccionar a Europa.
El secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, ha sido el encargado esta vez de la lección magistral. Y como aula magna ha servido el Salón del Centenario de Breslavia (Wroclaw, en polaco), ciudad polaca de raíces alemanas que ha cambiado más de 50 de veces de nombre en una alternancia de miseria y prosperidad que resume los dos últimos siglos del corazón de Europa.
Geithner llegó invitado por la presidencia polaca de la UE para intervenir ante la reunión informal del Consejo de Ministros de Economía y Finanzas de la UE (Ecofin) celebrado el pasado viernes y sábado en la capital de Silesia. El ministro polaco de Economía, Jacek Rotowski, brindaba así al americano la oportunidad de instruir a sus colegas europeos sobre la necesidad de poner en marcha estímulos fiscales a ambos lados del Atlántico como único medio de recuperar el crecimiento y alejar el fantasma de una segunda recesión. Pero el ardid de Varsovia y Washington resultó un absoluto fracaso.
A diferencia de Rotowski, nacido y educado en Londres, los ministros de Economía de la zona euro, en particular, el alemán, no mostraron ningún entusiasmo con la prédica de Geithner, cuyo dinamismo típicamente estadounidense chocó con la eterna prudencia europea. El secretario del Tesoro del Gobierno de Barack Obama obtuvo como única respuesta el mantra que, con acento teutón, repite la eurozona desde que el vendaval financiero se tornó en crisis de la deuda soberana: austeridad, austeridad y, de remate, más austeridad. Frente a un Geithner convencido de que algunas economías comunitarias -principalmente, la alemana- están ya en condiciones de alentar el consumo y el gasto público, el presidente del Eurogrupo (ministros de la zona euro), Jean-Claude Juncker, remachó que "la consolidación fiscal continúa siendo nuestra máxima prioridad".
Tanto Washington como Bruselas tienen una sólida argumentación en su favor, dado que parten de premisas dispares. La descomunal deuda pública de EE UU no va acompañada del castigo de los mercados -que siguen confiando en la solidez del bono estadounidense- y le permite financiarse a unos tipos de interés envidiablemente bajos. En el extremo contrario, buena parte de las economías de la zona euro continúan sometidas a unas primas de riesgo que hacen prácticamente insostenible su coste de financiación. La urgente necesidad de recuperar la confianza de los inversores es, por ello, la máxima prioridad en unos Gobiernos enfrentados un día sí y el otro también al riguroso, amén de caprichoso, examen de los mercados.
Pese a ello, Europa no debería hacer oídos sordos a las palabras pronunciadas por Geithner. Parece claro que, mal que le pese a Berlín, la salida de la crisis requerirá políticas expansivas en los países que pueden permitírselo para compensar las restricciones de gasto en el resto. La zona euro también debería seguir el consejo del secretario del Tesoro y aprender a hablar con una sola voz sobre cuestiones tan sensibles como la crisis griega y zanjar de una vez por todas cualquier duda sobre la supervivencia de la moneda única, puesta en jaque un día sí y otro también. Los últimos sondeos indican que la exasperante lentitud de los líderes europeos en la gestión de la crisis no solo exaspera a Geithner sino también a los ciudadanos comunitarios, entre los que aumenta el euroescepticismo. Por último, la zona euro debe despejar las dudas sobre la liquidez y/o solvencia de su sector financiero y demostrar que está preparado para soportar las actuales turbulencias en los mercados de deuda. En ninguno de esos tres terrenos se han producido avances significativos en el Ecofin de Wroclaw. Y esa es la peor lección que se puede extraer de otra oportunidad perdida.