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Hemoderivados

Un negocio que corre por las venas

Grifols se hace fuerte en EE UU tres meses después de comprar Talecris

La maquinaria de Grifols, el gigante de los hemoderivados, funciona al ritmo esperado. Tres meses después de la absorción de su competidora estadounidense Talecris por 2.800 millones de euros, la mayor operación corporativa de una firma española de los últimos tiempos, los directivos de la compañía se muestran muy satisfechos con la marcha del proceso de integración.

"Antes de cerrar la compra ya habíamos tenido tiempo de preparar la estrategia de consolidación para maximizar sinergias", subraya Nuria Pascual, directora financiera adjunta y responsable de relaciones con inversores de la compañía.

A ello ha contribuido decisivamente, tal y como manifestó el presidente de la compañía a la semana de la adquisición, que los productos de ambas empresas "son suplementarios". Víctor Grifols afirmó, además, que el mercado estadounidense, de donde el nuevo grupo obtendrá el 60% de sus ingresos, tiene las ventajas de que "no paga tarde, como en Europa, y está en permanente crecimiento". A los 80 centros con que contaba la empresa catalana en EE UU, país en el que la multinacional seguirá produciendo la mayoría del plasma que comercializa, ha sumado otros 67 tras la adquisición de Talecris. El 75% de su plantilla, que consta de más de 11.000 trabajadores, está afincada en el país norteamericano.

El mayor productor de hemoderivados de Europa y tercero a nivel mundial, con permiso de Baxter y CLS, no contempla más adquisiciones a corto y medio plazo, asegura Pascual, si bien estarán atentos a posibles oportunidades que ofrezca el mercado. La prioridad de la compañía es ahora integrar al 100% su reciente compra, cometido para el que se ha dado cuatro años.

Con todo, y pese a ser conscientes de que su negocio es seguro (siempre hará falta sangre para transfusiones, intervenciones quirúrgicas y asistencia a heridos), la multinacional no ha dejado de diversificar su cartera. Así, en junio anunció la inauguración de una filial dedicada a la investigación con células madre. Un proyecto de rentabilidad incierta pero, en palabras del presidente, "necesaria de desarrollar" por requerir tecnología de vanguardia. De la misma manera, la compañía iniciará a lo largo de este mes la fase de pruebas de un nuevo medicamento contra el alzhéimer.

Tecnología de familia

El gigante de los hemoderivados inició su andadura cuando el abuelo del actual presidente, José Antonio Grifols, se puso a investigar en 1952 procesos industriales para aplicar a las transfusiones de sangre, negocio con el que se enriqueció en plena posguerra.

La promoción de hemoderivados, obtenidos a través de la fragmentación del plasma sanguíneo mediante una técnica propia (plasmaféresis), empezó a practicarse en la fábrica de Parets del Vallès (Barcelona) en 1968. La compañía abrió su primer centro en EE UU en 1995, y salió a Bolsa en 2006.

La crisis dispara las donaciones de sangre

Grifols cuenta en EE UU con 147 centros de recogida de plasma y dos fábricas de procesamiento. La donación, proceso que dura hora y media, se remunera con entre 25 y 35 dólares, dependiendo de la localidad. Antes de clavar la aguja se lleva a cabo una serie de controles de salud, que se almacenan en la ficha personal del sujeto (la fidelidad en las donaciones es muy alta). Así, por ejemplo, si a un donante se le quita una muela se le pone una cuarentena de dos o tres meses.Desde 2009, los centros de Grifols han experimentado un importante aumento en las frecuencias de donaciones. "La ley fija en dos las sesiones máximas semanales, y muchos sujetos las están cumpliendo" pese a lo engorroso del proceso, afirma Nuria Pascual, directora financiera adjunta de la compañía.

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