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Se busca psiquiatra. Imprescindible idioma alemán

La propuesta, de esta misma mañana del eurocomisario Günther Oettinger de izar banderas a media asta para los países con exceso de deuda es cómica, pero el trasfondo no puede ser más trágico. Buena parte de la opinión pública y de las elites alemanas parecen haberse instalado en tópicos sobre una Europa donde siempre trabajan los mismos, tendencias que solo pueden traer pobreza a Europa (empezando por Alemania).

En enfado de Jean-Claude Trichet cuando un periodista planteó la vuelta al marco es comprensible. El BCE ha hacho suyos los severos planteamientos del Bundesbank; ante la duda siempre ha preferido pecar con tipos demasiado altos que al contrario; hasta el pasado agosto los planes de compra de deuda apenas han sido activos, y con una perspectiva de crecimiento congelado en el entorno del 1%, el BCE ha subido tipos. Pero, ay, qué bello era el mundo cuando había marcos alemanes.

Es política. Prefieren tirar de populismo que a explicar, por ejemplo, que antes de la moneda única, el superávit comercial alemán era una tercera parte del actual. O que, como explicó Trichet, la inflación germana es menor desde que existe el BCE. O que los desequilibrios en la Europa del Sur se deben, en gran parte, a unos tipos de interés demasiado bajos.

O, por ser más directo, que la mejor forma para llevar a Alemania al abismo financiero y económico es seguir cazando votos con la cantinela de “en el Sur no se trabaja”. Una cantinela que a veces más parece basada en perjuicios de índole cultural que en realidades económicas. Fue Merkel quien dijo que los españoles tenían demasiadas vacaciones.

Ya se sabe que si debo 100 euros tengo un problema, pero si debo 100.000 el problema lo tiene otro. Hoy por hoy, quien tiene más activos del Sur de Europa en balance es la banca alemana, los planes de pensiones alemanes, los fondos de inversión de ese país… Si se rompe el euro la crisis financiera no hará distinciones por frontera o idioma. Y los libros de historia no serán precisamente benevolentes con quienes agitaron el espantajo nacionalista.

La dimisión de Stark es un paso más hacia el abismo en esta espiral de irresponsabilidad. Cada noticia de este tipo da argumentos a los mercados para pensar que el euro ya no existirá, y hace más difícil la salida. Como ha sucedido desde finales de 2009, ahora vendrán los compromisos inquebrantables con la estabilidad del euro y los grandes pactos multilaterales (que solo se fraguan cuando los mercados entran en ebullición). Y, después, como sucedió después del compromiso de agosto, de nuevo volverán las declaraciones ambiguas, las amenazas y las entrevistas en Bild. Pero, prietas las filas, cierta elite alemana parece caminar gustosa hacia la autodestrucción. Vivir para ver.

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