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Euro-rescate, euro-bonos o BCE-rescate, qué es más caro

La fórmula financiera que se utilice para rescatar a los países insolventes en Europa puede modificar los costes, pero desde luego lo que no cambiará es la naturaleza de quien soportará el sacrificio.

Se consolide el mecanismo de rescate dineñado ya, pero no plenamente capitalizado, se eche mano de la emisión de eurobonos, o se mantenga la compra masiva de deuda periférica por parte del BCE, puede cambiar la dimensión del esfuerzo, pero siempre habrá un trasvase de renta de los países ricos a los pobres.

La solución de los eurobonos como único instrumento de financiación de la deuda emitida por los países miembros de la zona euro es la ideal en una situación ideal, en la que todos los países estén comprometidos con la disciplina presupuestaria, para la que previamente es precisa una armonización de las políticas económicas, que acabaría con una pérdida definitiva de soberanía de los miembros que forman el euro. Perto hoy estamos a años luz del ideal fiscal.

La emisión de bonos europeos bajo el sello comunitario para todos los países seguramente podría realizarse a un tipo de interés sintétito notablemente más alto que el alemán, y notablemente más bajo que el italiano o español, y eliminaría, por definición, los sobresaltos de la prima de riesgo. Pero no hay garantía alguna de que este mecanismo garantiza la financiación de la deuda europea sin tensiones de ningún tipo, y si un país es abiertamente insolventre, como lo es ahora Grecia, podría arrastrar la deuda de toda Europa, incluída la alemana, nominada, como la helena, en eurobonos. Por tanto, estas emisiones suponen una transferencia de renta, explicitada en coste de financiación de la deuda emitida, desde los países más solventes del euro hacia los menos sólidos.

Cuantificar el coste no es fácil, pero bien podría ser inferior al que tendrán que soportar también los países ricos con el fondo de rescate activado, y con el riesgo permanente de sumar y sumar países bajo el paraguas de la protección. Mientras llega la recapitalización del fondo citado, que conlleva dificultades políticas nada despreciables, es el Banco Central Europeo quien rescata, con un ejercicio ya ensayado por la Reserva Federal de Estados Unidos desde hace años con las compras masivas de deuda.

A la larga, esta expansión cuantitativa, algo considerado un anatema por Trichet y que no otra cosa es comprar en el secundario deuda española o italiana a los bancos europeos, generará, como se teme también en Estados Unidos, un repunte de la inflación. Pero en Europa además bien podría considerarse que se ha dinamitado el papel que se le había reservado al Banco Central, que se limita estatutariamente al control de los precios, algo que va en contra del modelo alemán de Unión Monetaria. Esta modelo tendría seguramente menor coste financiero, pero mayor coste político.

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