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Tribuna
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Una apuesta coordinada para atajar la especulación

Las turbulencias bursátiles actuales están propiciando comparaciones con las peligrosas semanas en otoño de 2008 cuando el rescate de Lehman Brothers por parte del gobierno de EE UU y su actuación coordinada con los gobiernos europeos evitó el hundimiento del sistema financiero. La lenta negociación del segundo rescate de Grecia, el acuerdo de última hora para aumentar el límite de la deuda en Washington y la ralentización de la recuperación económica de EE UU provocaron el 4 de agosto la mayor caída del índice Dow Jones desde otoño de 2008.

Lamentablemente, los inversores pasaron por alto indicadores positivos en EE UU, como el mayor incremento desde 2008 en la demanda de créditos por parte de las pymes (generadoras de la mayor parte de los nuevos empleos), el mantenimiento de la tendencia positiva de creación de empleo por parte del sector privado y la disminución del precio del petróleo. Los propios operadores de bolsa atribuyen la volatilidad al miedo y la avaricia, no a factores racionales. El escenario más optimista que prevén los analistas para el resto de 2011 es un crecimiento bajo para EE UU y la mayoría de economías avanzadas, con las notables excepciones de Canadá, Australia, Alemania y Suecia, que continúan creciendo a un fuerte ritmo. Y se vuelven a oír voces catastrofistas que pronostican una nueva recesión sin que EE UU haya siquiera sufrido un trimestre de decrecimiento del PIB desde el verano de 2009.

A los respectivos gobiernos y bancos centrales de EE UU y de la eurozona no les queda prácticamente margen para mantener o incluso aumentar políticas monetarias y fiscales expansivas. La Reserva Federal ha anunciado que no subirá hasta 2013 los tipos de interés de sus actuales niveles históricamente mínimos. El Banco Central Europeo ha reactivado su programa de compra de bonos de los países más vulnerables de la eurozona y sus líneas de crédito para los bancos con dificultades.

Después de la aprobación por parte del gobierno del presidente Obama de un paquete de estímulo fiscal de 800.000 millones de dólares y de dos rondas de compra de bonos por parte de la Reserva Federal, los analistas más moderados desaconsejan otra inyección masiva de liquidez en una economía estadounidense cuyo nivel de endeudamiento se acerca ya al 100% de su PIB.

Los economistas keynesianos argumentan que dichas actuaciones anticíclicas han evitado una recaída mayor de la economía y se deben proseguir. La compra de bonos es factible, aunque seguramente propiciaría otra ola alcista en las bolsas. Pero ni la opinión pública ni el Congreso permitirán más inversión pública cuando el Tea Party confunde gasto con inversión pública en infraestructura de transportes, energética, educación y mayor eficiencia energética que crea empleo inmediato y sienta las bases de una mayor productividad y creación de empleo por parte del sector privado.

Después de que S&P rebajara la calificación de riesgo de EE UU por primera vez en su historia y bajo la amenaza de más rebajas abusivas, Francia, España, Italia y Bélgica han prohibido temporalmente las ventas a corto de distintos activos. Desde otoño de 2008, EE UU, Alemania y el Reino Unido han restringido o prohibido temporalmente dicha práctica para frenar a los especuladores. Aunque comprensibles, todas estas actuaciones adolecen de una falta de coordinación.

La única forma sostenible de frenar la especulación sin provocar consecuencias indeseadas es mediante su coordinación en el seno del G-8 y G-20 presididos actualmente por Francia. El presidente Sarkozy debe impulsar restricciones a las ventas a corto y en los volúmenes de los contratos de futuros, una limitación de la volatilidad de los precios de alimentos y materias primas, la eliminación definitiva de los paraísos fiscales y la creación de nuevas agencias de calificación de riesgo.

Las agencias de calificación de riesgo y las ventas a corto deben seguir desempeñando un papel de disciplina constructiva respecto a los gobiernos. Pero solo si su actuación se basa en datos fiables y se las somete a un proceso de rendición de cuentas. Las mismas agencias que otorgaron sistemáticamente calificaciones AAA a productos con activos de alto riesgo durante la burbuja inmobiliaria han rebajado las calificaciones de Portugal a los pocos días de la constitución de un nuevo gobierno y de Grecia después de la aprobación de su segundo rescate.

Si el G-8, en primera instancia, consigue coordinar una reducción de la especulación, la opinión pública recuperará la confianza en el sistema financiero y tendremos más autoridad moral para exigir a las potencias emergentes que sigan nuestro ejemplo y además respeten normativas laborales, medioambientales y de lucha contra la corrupción en sus inversiones alrededor del mundo.

La crisis económica ha perjudicado a decenas de millones de personas tanto en las economías en vías de desarrollo como en las desarrolladas. Es hora que los países avanzados, emergentes y en vías de desarrollo aúnan sus esfuerzos para que los mercados trabajen en beneficio de las personas y no al revés.

Alexandre Muns Rubiol. Profesor de Integración Europea e Instituciones Económicas Internacionales Escola Superior de Comerç Internacional, Universidad Pompeu Fabra

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