La parálisis también se contagia
Las fuertes tensiones vividas en los mercados de deuda soberana en las últimas 48 horas, procedentes de la incapacidad política de la UE para poner coto al problema griego y generar confianza, dejan de fondo un asunto incuestionable. De alguna forma se ha cruzado el Rubicón, el umbral del dolor para la mayoría de la zona euro, a partir del cual, se debe asumir, que Grecia no va a cumplir con los compromisos de pago acordados en sus planes de ajuste. Si, como todos los analistas apuntan y hasta la Comisión Europea reconoce, la zona euro se enfrenta a un impago ya sea total o selectivo de Grecia, lo lógico es que el coste del mismo sea repartido para que el dolor sea el mínimo posible para todos. Y es en lo que parece que los políticos no se ponen de acuerdo, intentando trasladar su cuota de dolor a las espaldas ajenas. Porque dejar caer a Grecia en el default supone también, al contrario de lo que piensan muchos, un reparto de costes, de esa cuota de dolor, entre los inversores privados que cuentan con bonos griegos y las instituciones europeas que miran cómo su descrédito puede hacer saltar por los aires el euro.
Cada día que pase sin que la canciller Angela Merkel y el resto de líderes europeos se pongan de acuerdo para decidir la cuota que le corresponde, supone un mayor riesgo de subidas de impuestos, rebajas salariales, pérdida de empleo y supresión de servicios sociales en todos los países de la UE, sin excepción, incluida Alemania, dado que la pérdida de confianza se lleva mal siempre con el crecimiento económico y la prosperidad.
En el caso de España, el umbral del dolor, ya traspasado en mayo de 2010 con el gran ajuste fiscal ordenado por el presidente José Rodríguez Zapatero, puede elevarse aún más. El Tesoro, de momento, cuenta con un cierto colchón, según admiten desde el Ministerio de Economía, para atender las necesidades de financiación españolas, unas emisiones netas de 43.000 millones para este año. Es una suerte que esta semana de infarto no tenga que acudir al mercado. Pero tarde o temprano lo hará (la próxima emisión será el martes, día 19) y, probablemente, le costará mucho más de lo esperado. En los últimos dos días, la prima de riesgo ha llegado a elevarse 100 puntos básicos sobre el nivel registrado el viernes. Ese incremento de 100 puntos, trasladado a pago de intereses supondría 12.000 millones de euros en un año, según cálculos del BBVA. Un coste equiparable al recorte aprobado en mayo del año pasado por el Gobierno para evitar el rescate español por parte de las autoridades comunitarias.
Además, el dolor no solo se circunscribe a un incremento del gasto financiero vía servicio de la deuda. La desconfianza genera también aversión al riesgo y con ello la paralización de decisiones sobre inversión, uno de los pilares para la recuperación del crecimiento. La vicepresidenta Elena Salgado, cuenta con que el PIB de España crezca este año el 1,3%. Sin embargo, en un escenario de subida de tipos (el BCE ya los ha colocado al 1,5%) y de incremento de la prima de riesgo, lo más probable es que roben varias décimas de crecimiento, según apuntan desde Funcas, unas décimas, tal vez, necesarias para cumplir con el objetivo de déficit.
En el caso de Italia, la otra gran economía de la zona euro ahora afectada por el contagio de la crisis de la deuda, el coste también va al alza. Ayer, logró colocar 6.750 millones en letras con interés del 3,7%, un 71% más alto que la anterior emisión. Es el coste económico de no tomar decisiones políticas en Europa. Y es que la parálisis institucional también se contagia.