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Columna
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El negocio más grande de Japón

No hay muchos ejemplos en perspectiva de fusiones y adquisiciones japonesas que hayan sido un gran éxito. Y en esta línea, el interés de Takeda por un posible acuerdo de 10.000 millones de euros por su homóloga suiza Nycomed no parece que vaya a romper esa tradición. El grupo farmacéutico nipón está apostando por el crecimiento en mercados emergentes para hacer que sus cifras se sostengan. Una adquisición de Nycomed sería el segundo acuerdo más grande realizado por una compañía nipona. Pero Takeda es bien capaz. A finales de marzo, disponía de 10.500 millones de dólares de efectivo en su balance. Además, la empresa puede ser considerada como un comprador forzado. Un mercado interno estancado y la expiración de las patentes de medicamentos clave contra la diabetes han dejado al grupo con sede en Osaka ante la perspectiva de varios años de menores ingresos.

Estos factores ayudan a explicar por qué Takeda gastó una fortuna de 9.000 millones de dólares en el medicamento contra el cáncer estadounidense de Millennium Pharmaceuticals hace tres años.

Nycomed parece, además, un objetivo lógico desde una perspectiva estratégica. La empresa tiene una posición fuerte en los mercados emergentes, que han generado un 39% de los ingresos el pasado año y se espera que aumenten hasta el 60% para 2015. Se acaba de aprobar un tratamiento contra enfermedades pulmonares a ambos lados del Atlántico. Y con la compra, venta y recompra del negocio en la última década, los que han apostado por el capital de Nycomed, sin duda, preferirían una salida limpia a una venta gradual mediante una oferta pública inicial.

El acuerdo implica una valoración de la empresa cercana a 13 veces su Ebitda. Lo que parece caro, teniendo en cuenta que Nycomed ha estado cayendo. Pero una subasta aumentaría los riesgos financieros sustancialmente. Los grupos rivales farmacéuticos con operaciones más grandes en Europa que Takeda serían capaces de reducir sus costes. Con todo, no queda claro quién querría tener a un postor con miles de millones de yenes quemándole en el bolsillo.

Por Robert Cole.

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