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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La asignatura pendiente de los convenios

Sindicatos y patronal acudieron ayer a su reunión con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, con un puñado de puntos de acuerdo listos para poner sobre la mesa de la reforma de la negociación colectiva. El objetivo del encuentro era que ambas partes informasen sobre los avances logrados en la larga y lenta negociación que arrastran desde finales del año pasado. Estos contactos ya han dejado atrás con holgura el plazo inicialmente previsto para el acuerdo y, según los sindicatos, probablemente se prolongarán hasta después de las elecciones autonómicas. Lamentablemente, dados los sucesivos aplazamientos realizados hasta el momento, ello no resulta ya una sorpresa.

Lo que sindicatos y patronal han puesto sobre la mesa incluye propuestas interesantes, pero también ausencias destacadas. Entre las primeras figura, sin duda, la adopción de un mecanismo dirigido a limitar la ultraactividad de los convenios colectivos o, lo que es lo mismo, la prolongación automática de su vigencia más allá de la fecha de expiración y mientras no se logra un nuevo acuerdo. Una práctica que se ha convertido en uno de los grandes lastres del sistema de negociación colectiva y, por añadidura, del mercado laboral español. El mecanismo propuesto aboga por que cada convenio fije un plazo máximo para negociar su propia renovación, tras el cual se acudirá a la mediación o el arbitraje. Se trata de una medida positiva, siempre que el plazo fijado finalmente no se prolongue más allá de lo razonable y se convierta así en una nueva, aunque más ligera, mordaza que impida a las empresas adaptarse a los ciclos económicos y a los altibajos de su actividad.

Otra de las novedades destacadas es la posibilidad de que las empresas, de acuerdo con los sindicatos, puedan abrir su propio convenio, con independencia de que exista o no otro de ámbito superior. Una vieja reivindicación empresarial, aunque por el momento limitada a aquellas materias no reguladas por los convenios sectoriales.

Todo apunta, sin embargo, a que la gran asignatura pendiente del acuerdo va a ser la política salarial. Pese a las reiteradas llamadas desde múltiples ámbitos a la conveniencia de ligar los salarios a la productividad -el propio Ministerio de Trabajo reconocía hace apenas un mes que harán falta lustros de moderación salarial para recuperar la competitividad-, esta ha sido relegada, de momento, a una simple mención en el preámbulo del texto. En una economía en crisis, que suma casi cinco millones de parados y arroja un crecimiento exiguo del PIB, esta ausencia resulta muy grave. De confirmarse finalmente, España seguirá abocada a realizar los ajustes en el empleo por cantidad y no por calidad y a persistir en el sinsentido de que las empresas sigan elevando los sueldos de unos empleados al mismo tiempo que se ven obligadas a despedir a otros.

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