Europa protegerá el derecho a la libre circulación
Si viajamos en coche de Bruselas a Ámsterdam, podremos ver apenas, a un lado de la carretera, una pequeña señal con 12 estrellas que indica que estamos entrando en los Países Bajos. Hoy en día las fronteras dentro de la Unión Europea pertenecen a la historia: son solo líneas en un mapa. Podemos ir, sin mayor problema, de Marsella a Milán en coche, en tren de alta velocidad o en avión. Para cientos de miles de viajeros esta libertad es cada día un sueño europeo hecho realidad. Nuestro compromiso es mantenerlo vivo.
La libre circulación es, junto con el euro, el derecho más tangible y apreciado de todos los logrados en los 60 años de integración europea. Nuestra historia está teñida de sangre de quienes lucharon y murieron defendiendo fronteras. Tras la Segunda Guerra Mundial nos separaron ignominiosas barreras de alambre de espino y hormigón, custodiadas por soldados armados. Hoy ni siquiera necesitamos pasaporte para viajar por nuestro continente.
Los ciudadanos europeos nos beneficiamos a diario de la libre circulación: cada año se producen 1,25 millones de desplazamientos por turismo en la UE. Los europeos somos muy conscientes de este beneficio. Una encuesta realizada el año pasado reveló que nueve de cada diez europeos sabían que tenían este derecho (en España, el 92%).
Una Europa sin fronteras aporta también enormes beneficios a la economía. Entre 2004 y 2007 el impulso a la movilidad laboral de los países que acababan de incorporarse a la UE aumentó el producto interior bruto de la Unión en casi un tercio de punto porcentual, lo que equivale a unos 40.000 millones de euros.
Pero estos logros no pueden darse por sentados. Las normas de Schengen, que nos permiten viajar sin pasaporte a 25 países europeos, establecen que los Estados pueden, en circunstancias muy excepcionales, volver a introducir controles en las fronteras interiores durante un tiempo limitado. Estas circunstancias podrían darse, por ejemplo, ante la celebración de un torneo internacional de fútbol, para que las autoridades puedan prevenir la violencia durante los partidos o, por razones de seguridad, ante la convocatoria de una reunión internacional de alto nivel.
Pero estas excepciones deben seguir siendo eso: excepciones. La reciente tensión entre Francia e Italia demuestra que las normas existentes deben ser bien interpretadas y, si fuera necesario, perfeccionadas. Los Gobiernos no deberían definir por su cuenta las circunstancias para volver a introducir controles en las fronteras. Es una decisión que nos afecta a todos y que, por lo tanto, tendría que ser aprobada por las instituciones europeas. Hemos de respetar las normas de la UE y garantizar la protección de nuestros derechos por los que tanto hemos luchado.
La Comisión Europea ha propuesto recientemente que se refuerce la integridad de las normas de Schengen y se proteja el mayor logro de la UE: la libre circulación.
Muchos años tuvieron que pasar, tras las dos devastadoras guerras mundiales, para eliminar las fronteras y construir relaciones de confianza entre los Estados. La libre circulación hace posible hoy una Europa más cercana y unida. Disfrutemos y valoremos este derecho. Subir a un tren o coger el coche para visitar a nuestros vecinos, volar a los Países Bajos para ver los espléndidos campos de tulipanes o ir a por una caja de vino a Francia, todo ello es posible sin preocuparnos por las fronteras.
Al celebrar el Día de Europa es importante recordar lo lejos que hemos llegado.
Viviane Reding / Cecilia Malmström. Comisarias europeas de Justicia, Derechos Fundamentales y Ciudadanía y de Asuntos de Interior