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Tribuna
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La UE a dos velocidades, de momento

Si algo ha cambiado la crisis desde mediados de 2007 hasta hoy ha sido el abandono tácito del neoliberalismo político en materia económica. Tanto Europa como EE UU han estado interviniendo en su tejido empresarial hasta tal punto que ahora, recapitulando, incluso a algunos nos podría parecer ambiguo hablar de Keynes.

Keynes centró su análisis en las variables que alteraban la demanda agregada: el consumo, la inversión, el gasto público y las exportaciones e importaciones son las claves que mueven una economía. A partir de ahí, cuando esta se contrae, los mecanismos de los que dispone un Gobierno para reactivarla son los tipos de interés y el gasto público, los mismos que habrá que controlar posteriormente en épocas de expansión, para estabilizar el ciclo económico en el tiempo.

En 2008, los bancos centrales y autoridades competentes rebajaron los tipos de interés y aumentaron el gasto público. Teóricamente, una bajada del precio del dinero i) reduce el coste de la deuda, lo que permite que familias y empresas puedan dedicar ese ahorro a aumentar el consumo; ii) reduce el coste del dinero prestado, incentivando la solicitud de préstamos de empresas y particulares, promoviendo la inversión, y iii) provoca una salida de capitales hacia el extranjero que presiona los tipos de cambio a la baja, devaluando las exportaciones y mejorando la aportación del sector exterior. De manera adicional, se pusieron en marcha programas como el Quantitative Easing con el doble objetivo de provocar inflación y llevar los tipos de interés reales a terreno negativo; doblegando los efectos de todo lo anterior.

Por otro lado, la política fiscal ofrecía la siguiente disyuntiva: financiar un mayor gasto público que estimulase la menor demanda por la vía impositiva, o bien financiarlo a través del endeudamiento. Finalmente, de aquella disyunción se optó por lo segundo, y provocó que los compromisos de pago para un determinado grupo de países europeos se hiciesen difíciles de digerir.

Sea como fuere, la idea no era mala: el Estado ejerce de contraciclo y absorbe parte del endeudamiento privado para que cuando vuelva el crecimiento y la demanda se sostenga por sí sola, se paguen las deudas. De hecho, las medidas han funcionado razonablemente bien en las principales regiones del mundo. Incluso en aquellos países con mayor exposición al ciclo global, como Alemania, el crecimiento ha alcanzado tasas extraordinariamente elevadas. Sin embargo, en el resto Europa la situación entre las distintas economías era y sigue siendo desigual, por lo que donde no fue posible reactivar el crecimiento los acreedores de los Gobiernos detectaron una situación potencialmente insostenible y empezaron a exigir una prima de riesgo mayor para seguir refinanciando dicha deuda.

A pesar de los continuos planes de ajuste presupuestarios para contener el déficit y hacer creíble la solvencia de estas economías, primero Grecia, después Irlanda y, finalmente, Portugal han tenido que pedir ayuda externa para evitar el colapso. Aunque nuestro país se ha venido desmarcando del peor escenario, no podemos decir que sus cuentas públicas gocen de buena salud.

Actualmente el cuadro macroeconómico de los países core en Europa sugiere que el Banco Central Europeo endurezca progresivamente su política monetaria como tímidamente ya ha empezado a hacer, sin embargo los principales indicadores de Grecia, Irlanda y Portugal no se corresponden con un contexto de subida de tipos. Los de España, tampoco. Y no actuar en consonancia con esto podría perpetuar los planes de ayuda a dichas economías y estresar un poco más si cabe su situación con el resto de países.

Son esas voces discordantes con el conjunto del área euro las que hacen que el caos de velocidades y veleidades que debe gestionar Europa compliquen aún más la convergencia económica y la cohesión política entre los países de la Unión. Porque al margen de lo que pudiera postular Keynes, resulta obvio que la situación de expansión económica, creación de empleo y alza de precios que atraviesa Alemania debería ir acompañada de una serie de medidas diametralmente opuestas a las que tendrían que poner en marcha aquellos países que están pidiendo una reestructuración de su deuda, o que simplemente no están creciendo. Y de lo contrario, Europa seguirá avanzando a dos velocidades.

Javier Rincón Gómez. Analista de inversiones de JB Gestión Patrimonial

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