El hombre que cambió el mundo con la barbarie
Desde su irrupción en los años 80, la red terrorista tejida por Bin Laden ha tenido una influencia decisiva en las relaciones internacionales.
La muerte de Osama Bin Laden pone un final a una etapa convulsa en las sociedades occidentales. Una etapa que comenzó un 11 de septiembre de 2001 con el choque de dos aviones contra las Torres Gemelas, todo un símbolo del capitalismo y de la supremacía estadounidense en el que murieron casi 3.000 personas y que no solo fue el germen (o la excusa) de dos guerras, sino también de una larga cadena de reacciones y cambios cuyos efectos se dejarán notar durante años, quizás para siempre.
Y buena parte de la culpa de todo esto la tiene un millonario saudí nacido en 1957 en el seno de una familia acomodada emparentada con la monarquía del país. Su vida cambiaría en en 1979, cuando la Unión Soviética invadió Afganistán, según explican las versiones oficiales. Un Bin Laden de 22 años se trasladaría a Pakistán, donde se mezcló a los líderes de la resistencia contra la ocupación. Serían años en los que aprendería los rudimentos de la lucha armada junto con miles de musulmanes que se sumaron a la causa liderada por los mujahidín contra los ocupantes.
Su papel en la lucha armada crecería en importancia. Comenzaría a reclutar miles de voluntarios de todo el mundo árabe. Desde 1986 participó también en los combates. Acabada la guerra, regresó a su país. La llegada de tropas de Arabia Saudí a tierra saudí para expulsar a Saddam Hussein de Kuwait en 1991 le llevó a romper su relación con su familia y con el régimen saudí. Se exilió en Sudán, donde dirigió una empresa que EE UU consideraba una tapadera terrorista.
Supuestamente, aquellos fueron los años en los que se fue gestando la que sería la mayor red terrorista. Estuvo detrás del atentado cometido contra las Torres Gemelas de Nueva York el 26 de febrero de 1993, en el que fallecieron cinco personas. El 7 de agosto de 1998 estallaron sendos coches bomba en las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania, con un intervalo de pocos minutos entre las dos explosiones. Hubo 257 muertos. Bin Laden, que EE UU acusó formalmente, salió ileso de los bombardeos estadounidenses a su campo afgano tras el atentado. También se le consideró el organizador de un Frente Islámico Internacional, creado en Arabia Saudí en 1990. En 1994 fijó su residencia en Afganistán. En principio, vivió en una remota cueva de la cima de una montaña, rodeado de equipos de alta tecnología, cerca de la ciudad de Jalalabad. En abril de 1997 se trasladó a Kandahar, donde tiene su base el jeque Mohamed Omar, líder de los talibán, que se convertiría en su mano derecha. Las cuevas, supuestamente, fueron su morada para refugiarse de los ataques aliados. Pero, en realidad, se escondía en lujosas mansiones.
Nuevo rostro
La muerte de Bin Laden pone fin a diez largos años de busca y captura del arquitecto de los ataques del septiembre de 2001. Se convirtió en el rostro de un nuevo tipo de terrorismo internacional que no conocía fronteras, y donde los líderes no daban necesariamente apoyo logístico, material o financiero para los ataques, sino simplemente ideológico. El cuidadosamente planificado y devastador ataque sobre las Torres Gemelas obligó a la mayor superpotencia mundial a revisar toda su política de defensa y de seguridad.
La primera respuesta del Gobierno del entonces presidente de EEUU, George W. Bush, fue bélica. Casi inmediatamente después, EEUU lanzó una serie de ataques aéreos contra los talibanes en la frontera entre Afganistán y Pakistán. Ante la negativa de los talibanes a entregar a Bin Laden, EEUU inició en octubre de 2001 una guerra en Afganistán que aún continúa, aunque los ataques permitieron derribar al régimen fundamentalista que gobernaba el país.
A lo largo de todos estos años, Bin Laden logró escabullirse y salir indemne de los ataques lanzados por EEUU y sus aliados internacionales, lo que hizo que quedara en entredicho la capacidad de inteligencia y militar del país más poderoso del mundo.
Además, las acciones militares de EEUU no evitaron que Al Qaeda siguiera ejecutando sangrientos ataques en todo el mundo, como los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004, y del 7 de julio de 2005 en Londres. Escondido pero activo, el líder terrorista dejó patente en varias cintas de vídeo durante estos años su odio hacia EEUU y su regocijo por el éxito de los ataques que se llevaban a cabo.
Sus mensajes dejaban claro, además del odio a EEUU, su rechazo a Israel y a lo que consideraba la corrupción del capitalismo. Otros hacían referencia a líderes europeos, al Papa, o incluso a los candidatos de las elecciones presidenciales estadounidenses.
Alianza con Irak
En febrero del 2003, Bin Laden emitió un vídeo en el que se refería a su alianza con el régimen de Sadam Husein. EEUU utilizó esta cinta para probar las conexiones entre ambos y como un argumento más para la nueva guerra que se estaba gestando contra el régimen de Bagdad.
Un mes después, en marzo de 2003, EEUU invadió Irak, e inició una larga contienda que, según algunos observadores, facilitó la expansión de Al Qaeda en la zona.
Según algunos expertos en Al Qaeda, dentro de los planes de Bin Laden estaba no sólo atacar a Occidente, sino extenderse también en los países árabes e Israel.
Un libro reciente publicado por Michael Scheuer, ex responsable de la unidad antiterrorista de la CIA, apunta que Bin Laden había dejado ya constancia entre sus allegados de que "no esperaba vivir lo suficiente para ver acabado su trabajo", y aventuraba que la guerra de Al Qaeda "duraría décadas".
La primera de sus premoniciones se ha cumplido ya, al caer muerto bajo el fuego estadounidense. La segunda está en curso.