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¿Merece el riesgo de España renunciar a un 5,2% al año?

No son muchas las oportunidades de inversión que se presentan hoy por hoy. La Bolsa, por lo general, no está barata, aunque hay oportunidades sobre todo en términos de dividendo. El mundo de la renta fija está denostado por varios motivos. Uno de ellos, la política de expansión cuantitativa de la Fed, esa práctica de imprimir papel moneda para comprar papeles representativos de deuda del Tesoro y que convierten al Banco Central en el principal tenedor de bono s. Este factor no afecta a Europa, pero sí genera recelos sobre la deuda pública en la comunidad financiera. Otro aspecto clave es el exceso de deuda pública en el mundo desarrollado, que puede deteriorar más las cuentas públicas. Y si las cuentas se deterioran, los precios de la deuda bajan. En último caso, el inversor puede afrontar reestructuraciones. El tercer elemento que pesa sobre la deuda pública son las perspectivas de inflación. El alza de los precios es una suerte de impuesto para los activos, como la renta fija, cuyo rendimiento se fija de antemano.

La deuda española no se salva de este entorno negativo. Y lleva casi un año en el disparadero de los operadores. Por ese motivo, por la caída de precios, la rentabilidad implícita del bono de Tesoro está en el 5,2%. En los últimos meses España, gracias a un notable esfuerzo de austeridad, se ha desenganchado del pelotón de cola. Ya no es Grecia, Irlanda, Portugal y España, sino Grecia, Irlanda y Portugal. Cuánto durará esta separación es una incógnita. Pero el tipo de interés sigue muy cerca de los niveles máximos. Y en el proceso de decisión de inversiones se trata considerar alternativas de inversión superiores en rentabilidad, riesgo o ambas.

En una inversión en renta fija, lo primero es calibrar si se va a cobrar o no. Hoy por hoy el impago se antoja una posibilidad alejada, teniendo en cuenta los números (menos de un 60% de deuda sobre el PIB). Las proyecciones más pesimistas sobre crecimiento sí podrían dibujar un escenario difícil de aquí al final de la década. Otro peligro es una eventual ruptura del euro, que aun en el supuesto de que no afectase a España de inicio desplomaría la cotización del bono por la percepción de un nuevo riesgo divisa. Es interesante, aunque algo antiguo, este informe de Danske Bank sobre tres escenarios para la crisis de la zona euro.

Pero cuando se compran bonos a 10 años no se trata solo de pensar si España dejará de atender sus compromisos de deuda o de si volverá la peseta, sino de cómo evolucionará el mercado. Si los inversores castigan al bono español y éste se hunde en de precio, poco consuelo encontrará el inversor en observar cómo se reduce el déficit. La desconfianza, una vez desatada, se alimenta a sí mismo.

En términos de inversión el bono español permite jugar dos cartas, la rentabilidad atractiva por un lado y la posibilidad de ganancias en el precio del principal si de aquí a unos meses la tormenta se calma y el bono se aprecia. En el lado negativo, el evidente riesgo de depreciación del principal en el corto plazo y la posibilidad en el largo plazo de impago o reestructuración. No es una clásica inversión en renta fija, pues las caídas de precio que registra la deuda en un día malo son mayores que las del Ibex. Se parecería más a un call sobre la solvencia de España con un rendimiento del 5,2%. No tiene mala pinta.

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