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Columna
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La inflación de los alimentos

O deberíamos hablar de la inflación de commodities? Aunque, realmente, la inquietud que comienza a percibirse entre los bancos centrales se refiere a la inflación de precios externos que puede, en un contexto como el actual de políticas monetarias expansivas (países desarrollados) o neutrales (emergentes), llevar a un aumento de las expectativas de inflación. Adelantar el resto del proceso, sus consecuencias, se lo dejo a ustedes.

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) ha admitido que la espiral en la subida de los precios de los alimentos, como continuidad a la sufrida en 2008, podría acentuarse en los próximos meses. El BIS (Banco de Pagos Internacionales), en su última reunión, debatía sobre las razones, estructurales o coyunturales, del aumento de los precios de alimentos y commodities. Es importante, en mi opinión, hablar de un repunte de los precios de las materias primas en general. Y esto porque parte del detonante del aumento de los precios de los alimentos puede ser la subida de los costes de producción de la energía y el aumento de la demanda consiguiente de biocombustibles. De hecho, se admite ya que esta relación de causalidad fue el origen del fuerte repunte de los precios de los alimentos dos años atrás. ¿Y ahora? Los precios del crudo no están, en dólares, en niveles de mediados del año 2008. Pero durante el año pasado subieron con fuerza entre argumentos de aumento de la demanda de consumo desde los países en desarrollo, descenso de los inventarios en países desarrollados y ajuste en la producción excedente de crudo. ¿Y la demanda financiera? Inevitablemente. Las malas condiciones climatológicas en los países desarrollados a finales del año pasado han hecho el resto.

Con todo, la subida de los costes por la energía no explican por si solo que los precios de los alimentos hayan aumentado más de un 30% en un año a finales del año pasado (pero más del 80% en algunos casos). La FAO se refiere en su análisis a pobres cosechas, a un ajuste a la baja de inventarios (pero sin llegar a los niveles de 2008) y a la fuerte demanda desde los países en desarrollo. Sobre los dos primeros factores poco se puede añadir. En algunos países se han prohibido las exportaciones de grano, para asegurar la oferta local. En otros se ha recurrido a subsidiar el precio ante la amenaza de tensiones sociales. Ya hemos visto en un país cómo ha sido el detonante de un cambio de Gobierno.

Y nos queda el último factor: la creciente demanda de los países en desarrollo. El cambio estructural al que se refería el BIS tiene mucho que ver con el avance en el desarrollo de países que se siguen denominando emergentes, pese a explicar en conjunto más del 50% del crecimiento mundial. Su desarrollo va parejo al aumento del consumo per cápita de estos productos. ¿Y dónde queda en este análisis la demanda financiera? Como decía antes con respecto a la subida de los precios de la energía, es un factor importante a considerar. En mi opinión, la parte más inquietante del análisis. Un ejemplo de los excesos de los mercados, pero ahora con costes sociales detestables. Y es que en ocasiones es obligado poner puertas al campo.

El peso de la alimentación en la cesta de la compra supone en los países en desarrollo más del doble que en los desarrollados. Esto explica el mayor impacto relativo en el IPC en los primeros de la espiral alcista del precio de los alimentos. Como he dicho antes, algunos Gobiernos han subvencionado los precios al consumo para minimizar el impacto social. Habrá que valorar el impacto fiscal de la medida. Otros directamente han limitado los precios de venta, sacrificando los márgenes de venta de las empresas. El resto, la mayoría de los países de fuerte crecimiento, ha asumido el repunte de los precios combatiéndolo con subidas de tipos o limitaciones en el crédito. Al mismo tiempo han aumentado las restricciones de capital mientras valoran permitir una mayor apreciación de sus monedas (menor control de cambios). ¿Objetivos contradictorios? Más bien fijando prioridades de política económica.

José Luis Martínez Campuzano. Estratega de Citi en España

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