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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La pertinaz duda sobre el futuro de las cajas

En el que ha sido el tercer episodio de ataque de los mercados financieros a los países periféricos de la eurozona en menos de un año, el que ha tenido lugar en la primera semana de enero, parece que el resentimiento del mundo financiero hacia España está localizado en la situación de las cajas de ahorros. La reforma emprendida por el Banco de España, que a la postre deja un sector de 45 entidades en solo 17, parece que no acaba de generar la confianza necesaria en el mercado, bien por su laxitud institucional o bien por considerar que los cambios no necesariamente resuelven el problema real de las cajas de ahorros, cual es la indigestión del excesivo volumen de crédito concedido para actividades inmobiliarias en el pasado.

Por la causa que sea, los mercados financieros piensan que España tiene un problema; por tanto, España tiene un problema. Si los mercados apuntan que los activos dañados de las cajas de ahorros son un problema, son un problema. De poco sirve que tenga gobernable nivel de deuda sobre PIB y un sistema financiero bien supervisado, si sus financiadores estiman que, tarde o temprano, España tendrá que recapitalizar su banca por cantidades muy apreciables para un momento tan difícil como el actual. Si los mercados han puesto otra vez las primas de riesgo de España con Alemania en los valores registrados en el pasado mes de noviembre, debe ser entendido como el más clarividente síntoma de que tiene que solventar el riesgo de su banca.

La banca española, con un volumen de crédito concedido que triplica el PIB, tiene una cartera morosa ya reconocida de más de 100.000 millones de euros, y provisiones para cubrir las pérdidas por una tercera parte de los 181.000 millones de euros en crédito problemáticos apuntados por el Banco de España, siempre según los datos de mediado el año pasado, contabilizando los hipotecarios difíciles, los préstamos a promotores y un volumen de inmuebles y suelo tomado en prenda por impago. Pero la crisis devora a la banca cada mes que pasa, y consume niveles de solvencia con inusitada facilidad. Si en 2007 y 2008 la banca solo tenía un problema de liquidez por falta de confianza entre entidades, este ha ido extendiéndose a la solvencia a medida que la crisis deterioraba créditos en la cartera, y el nivel de capital que ayer era válido y holgado, hoy está superado.

Los analistas del mercado financiero estiman que la cartera de créditos problemáticos es hoy muy superior a la que el Banco de España apuntaba en junio, y esperan confirmarlo cuando en las auditorías de cierre de 2010 se revele la cara real de sus carteras hasta el más mínimo detalle, tal como el propio regulador ha reclamado. La cobertura debería llegar hasta cubrir la pérdida generada por la devaluación del activo financiado, sin esperar que el tiempo recomponga, como en el pasado, el valor de los inmuebles. El mercado estima que elevar la cobertura de créditos malos ahora hasta el 50% supondría para la banca, pero especialmente para las cajas, reponer unos 60.000 millones adicionales de capital del que ahora no disponen, y que difícilmente puede acumularse con la generación de beneficios de la cuenta de resultados. Si la exigencia se elevase hasta el 60%, la recapitalización costaría 90.000 millones de euros.

Dado que lograr tal cantidad de recursos es muy complicado por el deterioro del perfil de la actividad bancaria, con financiación muy cara y escasa concesión de crédito nuevo y la consiguiente contracción de los balances, las cajas de ahorros no tiene otra opción que acudir al mercado convirtiéndose en bancos, tal como la reforma de la ley recoge, pero cuya aplicación camina con desesperante lentitud. Y ante el apremio continuo del mercado, el Gobierno no tendrá más remedio que utilizar la cirugía y acelerar la transformación legal, o bien poner más dinero del fondo de rescate a disposición de las entidades y obligarlas a tomarlo.

Aunque tal opción puede ser la mejor de todas, la que disiparía todas las dudas, no es este el mejor momento. Sería cuanto menos llamativo que tres años después de negarse a las soluciones anglosajonas (banco malo con activos dañados), se reconociese que el sistema financiero precisa de cerca de 100.000 millones. Es tanto como reclamar un rescate como el irlandés, aunque de menor tamaño relativo.

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