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Tribuna
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Avances desiguales en la cumbre de Seúl

La reunión del G-20 en Seúl, celebrada con el trasfondo de una grave crisis de deuda soberana en los países de la periferia del euro -de la que solo se ha hablado, aparentemente, en los pasillos-, ha registrado avances muy desiguales en los tres principales puntos de la agenda: la guerra de divisas, la reforma financiera internacional y la reforma de la gobernanza del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Tal como cabía esperar, poco se ha avanzado en la resolución de los desequilibrios globales (lo que se ha denominado últimamente guerra de divisas). Las posiciones de Estados Unidos y China apenas se han movido: los estadounidenses siguen abogando por una apreciación de la moneda china, que las autoridades de este país impiden con masivas intervenciones en los mercados, en tanto que el Gobierno chino acusa a Estados Unidos de inundar al resto del mundo con una excesiva liquidez en dólares.

Es difícil una solución cooperativa cuando nadie quiere apreciar su tipo de cambio, situación favorecida por el entorno deflacionista mundial, si bien el reciente aumento de la inflación en China (situado en octubre en el 4,4%) puede, si se consolida, favorecer un acuerdo, ya que las autoridades podrían ser más proclives a apreciar el tipo de cambio para atenuar las subidas de precios. El G-20 ha acordado trabajar en la definición de un conjunto de indicadores que sirvan para identificar desequilibrios graves, lo que no representa un gran avance, porque se viene haciendo desde hace tiempo, por ejemplo, en el FMI.

La reforma financiera internacional ha seguido su curso, gracias a la estrecha conexión que se ha establecido entre el G-20 y su brazo armado, el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB). Los jefes de Estado y de Gobierno han aprobado la reforma conocida como Basilea III, cuyos objetivos son aumentar la calidad y cantidad de capital de los bancos. Seúl ha supuesto un cierto avance en un tema espinoso que había quedado relegado en las discusiones previas: el tratamiento de las instituciones sistémicas. El comunicado es muy escueto en este punto, pero el documento anexo indica que se les exigirá "una mayor capacidad de absorción de pérdidas", expresión que sugiere recargos de capital. Se establece una distinción entre las instituciones sistémicas a nivel global y aquellas que sólo lo son a nivel nacional, lo que tiene cierta lógica si se piensa en su distinta capacidad de contagio.

La frontera entre ambas, sin embargo, es a veces difusa. Piénsese en el caso de los bancos españoles internacionales, BBVA y Santander, cuyo modelo de negocio descansa en la independencia financiera de las filiales. Esta característica se ha revelado una fortaleza clave en esta crisis, al tiempo que ha actuado de cortafuegos del contagio internacional, como han reconocido el FMI y el BIS, entre otros.

En ese sentido, las filiales de los bancos españoles en Latinoamérica responden más al modelo doméstico que al modelo internacional, a diferencia de, por ejemplo, los bancos de la UE con presencia en Europa del Este, que alimentaron la burbuja del crédito en los años buenos con financiación procedente de sus matrices, lo que agravó el contagio cuando se secaron los mercados internacionales. No queda claro si los estándares internacionales tomarán en cuenta estas diferencias (se espera un informe para mediados del año que viene).

En tercer lugar, Seúl ha supuesto un avance importante en la reforma del FMI. Continúa el proceso de ajuste de las cuotas, para dar más peso a los países emergentes, sobre todo de Asia, y se reducen las de los países avanzados, sobre todo de Europa (pero no las de EE UU, que mantiene su poder de veto). Y, lo que es más significativo, el bloque europeo cede dos sillas en el directorio en beneficio de los emergentes, concesión que no hay que infravalorar, ya que la defensa de los (en general mezquinos) intereses europeos había sido hasta ahora feroz. Es un paso en la dirección correcta, que demuestra que, a pesar del escepticismo que rodea este tipo de cumbres, a veces las cosas se mueven, aunque sea a velocidad geológica.

Santiago Fernández de Lis. Socio de Analistas Financieros Internacionales (Afi)

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