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A fondo

A Rolls-Royce se le acumulan los problemas

A Rolls-Royce se le acumulan los problemas
A Rolls-Royce se le acumulan los problemas

El fabricante británico Rolls-Royce se encuentra en una encrucijada en el negocio de la aeronáutica civil, el principal pilar del grupo, que supone el 40% de sus ingresos. Las dudas sobre dos de sus principales apuestas (los motores Trent 900 y Trent 1000) y un litigio a cuenta de patentes sobre los propulsores con su rival Pratt & Whitney (P&W) pueden pasar una factura dolorosa a la compañía.

La explosión de un motor de Rolls-Royce la semana pasada en el superavión A-380 de la australiana Qantas parece que tiene su origen en un fallo del propulsor. Ayer mismo, la compañía avanzó que, según los primeros resultados de las investigaciones que está realizando con Airbus y las aerolíneas afectadas, el problema es "específico" de su Trent 900.

El grupo quiere desligar el accidente de la explosión que se registró a principios de agosto en uno de los Trent 1000 que se montarán en el nuevo 787 de Boeing. En este caso, el incidente tuvo lugar durante una de las pruebas que se hacen a los motores pero supuso un nuevo retraso para Boeing en un avión que acumula ya tres años de demora.

Sombras de duda

Dos sucesos graves en tres meses que arrojan sombras sobre la imagen de fiabilidad de Rolls-Royce y que, a medio y largo plazo, pueden hacerle perder cuota de mercado frente a sus grandes competidores, General Electric (GE) y P&W. Algo que también tendría consecuencias en España, dado el peso que el negocio de motores de la británica tiene en la vasca ITP (controlada al 46,8% por Rolls-Royce).

Si el grupo no es capaz de dar una respuesta satisfactoria a la industria, corre el riesgo de que fabricantes aeronáuticos y aerolíneas comiencen a darle de lado. En el caso del Trent 900 (motor que ahora mismo sólo vuela en los A-380), los clientes que han contratado el superjumbo y que todavía no han elegido motores están a tiempo de optar por el GP7200 de Engine Alliance, una joint venture de GE y P&W. De hecho, ésta ya ha sido la elección inicial de aerolíneas como Emirates, Air France, Etihad, Korean Airlines o Air Austral. En la actualidad, de 37 aviones A-380 en servicio, una veintena vuelan con motores como el accidentado.

La existencia de una alternativa es lo que hace pensar que Airbus y su matriz EADS no se van a ver especialmente perjudicadas por los problemas en el avión de Qantas y que el futuro del gigantesco A-380 está asegurado. De hecho, ayer mismo la japonesa Skymark Airlines anunció la compra de hasta seis unidades del avión, en lo que supone el primer contrato del fabricante europeo en Japón para la aeronave. Los responsables de la aerolínea no aclararon qué motor elegirán.

En todo caso, el accidente de la semana pasada puede servir de toque de atención para que Airbus amplíe las posibilidades de motorización de su futuro A-350. De momento, el avión (que no entrará en servicio hasta dentro de tres años) sólo cuenta con una opción de motor, que obliga a cualquier cliente a comprar el Trent XWB de Rolls-Royce.

El caso del nuevo 787 de Boeing es similar al del A-380. El fabricante estadounidense ofrece dos alternativas a sus clientes: por un lado, el Trent 1000 de Rolls-Royce; por otro, el GEnx de General Electric. En la actualidad, alrededor de un 25% de las aerolíneas que han contratado el aparato se han decantado por el propulsor del grupo británico, frente al 40% que han preferido la propuesta de su rival. La clave está, sin embargo, en el 35% restante (unas 286 aeronaves) que todavía no se han decidido por uno de los dos motores.

En el negocio de la propulsión, perder un contrato no sólo supone dejar de ingresar lo que se le facturaría al cliente por los motores en sí. Es algo más: es perder los ingresos que garantizan unos acuerdos de reparación y mantenimiento que se extienden durante décadas. Y esto es determinante en un mercado en el que, según estimaciones de Rolls-Royce, se moverán 800.000 millones de dólares en motores (573.000 millones de euros) en los próximos 20 años.

El otro gran problema que le ha surgido al fabricante británico en los últimos días ha sido en los tribunales. En respuesta a una demanda interpuesta por Rolls-Royce el pasado mes de agosto, P&W ha denunciado a su rival ante la Comisión Internacional de Comercio de Estados Unidos (ITC) y ante la Corte Suprema del Reino Unido por infracción de patentes tanto en el Trent 900 como en el Trent 1000, según hizo público ayer la empresa. "El caso de Pratt & Whitney es muy sólido y no nos ha quedado más opción que adoptar estas medidas contra la agresión de Rolls-Royce", explicó a Bloomberg Katy Padgett, portavoz de P&W. "Lamentamos que estas acciones sean necesarias y seguimos dispuestos a discutir una resolución que sea aceptables para ambas partes", añadió.

Estas declaraciones hacen pensar que la solución definitiva al conflicto será pactada. Sin embargo, si las instancias que tienen que ver el caso fallaran a favor de P&W, Rolls-Royce tendría que dejar de suministrar sus motores tanto al A-380 como al nuevo 787. Algo que supondría un nuevo revés para Airbus y Boeing pero que, sobre todo, se convertiría en letal para Rolls-Royce. Corren tiempos difíciles para el grupo británico.

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