Hilvanes para la paz en las divisas
Tim Geithner ha resuelto parte de la tarea que se había fijado para la reunión de ministros de economía y responsables de bancos centrales del G20. El secretario del Tesoro llegó a Gyeongju (Corea del Sur) con una propuesta de máximos para corregir los desequilibrios globales con los que se está emergiendo fragilmente de la crisis y, como ocurre en todas las negociaciones, llegó a la mitad del camino. Es un avance que hilvana una cierta paz en una emergente y peligrosa fricción de divisas.
Geithner, que lleva meses intentando que China deje de manipular su infravalorado renminbi, propuso que se establecieran límites en los déficits y superávits por cuenta corriente de todos los países, algo que necesariamente afecta el valor de las divisas. Su propósito es que países con fuertes superávits en este apartado como Alemania, Japón y (sobre todo) China, lo reduzcan y activen su adormecida demanda interna para que países deficitarios, como EE UU, Turquía y Suráfrica, tengan más fácil salir de sus números rojos.
El 4% del PIB se ha considerado un límite con el que EE UU estaría cómodo. Ni Japón ni China ni Alemania han querido rubricar semejante compromiso pero la propuesta de Geithner no fue papel mojado. Por primera vez, el G20 menciona la necesidad de que las divisas "se muevan en la dirección a un sistema de tipos de cambio en un mercado libre que refleje los fundamentos de las economías". Existe el compromiso de evitar devaluaciones competitivas y se admite que hay que reducir los desequilibrios de las cuentas corrientes. De hecho, se estima positivo tener una "guía indicativa" de por dónde se debe ir en ese sentido. Del 4% ni rastro en el comunicado.
Europa cede peso en el FMI en favor de los emergentes que ganan un 6% de cuota
Los términos, no obstante, son aún vagos máxime cuando hay varios frentes en la fricción de las divisas difíciles de coordinar. Por ejemplo, los emergentes no solo culpan a China de la situación de las monedas sino también a la política monetaria de EE UU de devaluar el dólar y empujar flujos de capitales hacia ellos. Un motivo más para desconfiar de la primera potencia. Los jefes de Gobierno, que se reunirán el 11 y 12 en Seúl, han de acotar los términos.
El que fue el paso adelante más tangible de la reunión fue el compromiso en firme de dar más voz y voto a las "economías dinámicas" en el FMI, un organismo cuya misión de supervisión sigue reforzándose. Los países emergentes se han quejado frecuentemente de su escaso papel en el Fondo y se ha acordado hacer efectivo un traslado de cuota de más del 6% a estos en detrimento de los países desarrollados, notablemente Europa que pierde dos de sus nueve sillas y el derecho a la dirección. España debería ganar cuota pero es algo que llevará un año en concretarse.
Es un paso para equilibrar responsabilidades y derechos conforme al nuevo orden económico global y permitirá un mejor entendimiento en foros de coordinación como el G20.