El druida celta
El jefe de Gobierno irlandés tiene la dura tarea de sanar el sistema financiero de su país, al que va a inyectar 50.000 millones de euros, elevando el déficit fiscal a un 32%
Brian Cowen pertenece a una de las castas de Fianna Fáil, el partido en el Gobierno en la República de Irlanda y una de las formaciones políticas que más tiempo ha ocupado el poder en Europa. Un soldado del destino -ésta sería la traducción del gaélico de Fianna Fáil- que no parece asustarse ante los retos. En mayo de 2008, se aupó a la jefatura del Gobierno -fue el único candidato-, en sustitución de Bertie Ahern, con un desafío inmediato: el referéndum de ratificación del Tratado de Lisboa. Irlanda, otrora tigre celta (en 2004 el PIB por habitante irlandés era un 40% mayor que la media de la UE), ya se enfrentaba a la desaceleración económica.
Lo peor ha llegado. El pasado jueves, el Gobierno irlandés anunciaba el rescate de su sistema bancario por 50.000 millones de euros, lo que disparará su déficit público al 32% este año, el más alto de la UE. La población de Irlanda no llega a los 4 millones de habitantes, luego se adivina rápido el esfuerzo de cada irlandés para solucionar los problemas del nacionalizado Anglo Irish Bank y el resto de entidades del sistema financiero. No es extraño que un camión hormigonera con las palabras Toxic Bank Anglo escritas en rojo se estrellara este miércoles, el mismo día en que sus señorías regresaban de sus vacaciones de verano, contra la puerta principal del Dáil (el Parlamento irlandés), en señal de protesta por las medidas.
Así están las cosas en lo económico. En lo político, su mayoría parlamentaria -gobierna en coalición con los Verdes y diputados independientes- está amenazada después de que dos diputados le hayan retirado su apoyo. En plena crisis, el primer ministro irlandés ha tenido que asumir y desmentir las acusaciones de que había bebido alcohol cuando su voz sonó demasiado ronca en una entrevista en un programa matinal de radio hace dos semanas. Los sondeos le restan confianza y la oposición se frota las manos.
Heredero de una dinastía política, Brian Cowen consiguió su primer escaño a los 24 años, a la muerte de su padre
El actual taoiseach o jefe de gobierno es, a sus 50 años, un político experimentado. Si a su predecesor le conocían como taoiseach de teflon, en referencia a que nada se le quedaba pegado -bueno, al final de su carrera fue investigado por soborno y dimitió-, la opinión pública irlandesa cree que taoiseach de tungsteno (volframio, un metal muy duro y denso) es un apodo más apropiado para Cowen.
Hijo del diputado y senador Bernard (Ber) Cowen y nieto del concejal Christopher Cowen, Brian entró en política a los 24 años a la muerte de su padre, convirtiéndose en uno de los miembros más jóvenes de la historia del Dáil. Entonces, el Fianna Fáil estaba en la oposición. Poco tiempo después, el escaño fue sometido a votación en la circunscripción de Laois-Offaly y el electorado no dio la espalda a esta dinastía política tan arraigada al condado, otorgando la mayoría de los votos al joven abogado que cuando no estudiaba trabajaba de camarero en el pub de la familia en el pueblo natal de Clara.
Cuando sustituyó a Bertie Ahern, del que había sido leal colaborador, Cowen había ocupado varios cargos ministeriales. Como ministro de Asuntos Exteriores, en 2000, participó en el proceso de paz en Irlanda del Norte. Otra prueba de fuego fue el rechazo de los irlandeses al Tratado de Niza. Culminó esta etapa con la presidencia de turno del Consejo de la UE, en el primer semestre de 2004, periodo en el que ingresaron diez nuevos Estados miembros. Dejó la cartera para ocupar la de Finanzas. Su prioridad fue el Plan Nacional de Desarrollo (NDP), que desde 2000 venía sufragando con fondos públicos, privados y europeos, numerosos proyectos sociales. Lo cierto es que su gran apuesta prácticamente acabó con el superávit. En 2007, añadió el cargo de tánaiste o viceministro, lo que le señalaba directamente como sucesor de Ahern en el liderazgo del partido. Es un hombre respetado en la formación, de modo que llegado el momento de asumir el mando, obtuvo el apoyo de sus compañeros de filas.
No tiene la popularidad de Ahern -conocido por su tirón entre el electorado femenino- y tiene poco tiempo para los medios de comunicación; los grandes anuncios los reserva para el Parlamento. Su imagen exterior habla de un hombre áspero y duro, pero después de tres décadas en política se ha ganado la reputación de alguien capaz de cautivar al auditorio con una combinación de ingenio, humor y, si es necesario, la canción, con la que ha amenizado muchas veces a sus vecinos de condado durante los eventos de campaña.
Casado con Mary Molloy y padre de dos hijas, Cowen es un amante de los deportes gaélicos. De aquí a final de año tendrá que sacar adelante sus presupuestos más difíciles.